Estamos en el tiempo del despertar, y esto significa cuatro grandes cosas: 1º.- Soltar la vida vivida desde el conflicto, es decir: soltar los apegos al dolor, al sufrimiento y al enredo personal. No dar ya más cancha a esa etapa de nuestra vida. Dejarla atrás. 2º.- abrirse a la vía del amor y del entusiasmo por ser uno mismo, con el autorreconocimiento gozoso de todos los valores, cualidades y dones que individualmente tenemos, 3º.- Hacer definitivamente las paces con todo nuestro pasado, en especial con nuestra familia biológica. Perdonar y perdonarse. Y 4º ofrecer todos nuestros dones al servicio de los demás, en la forma que mejor encaje con nosotros y más bien les aporte.
Este es el tiempo en que las espadas se deben de convertir en flores. Ya está bien de tanto dolor y sufrimiento. Y para que esto se haga realidad, todos somos imprescindibles, cada cual desde su lugar, con sus valores, y con su entrega.
La acción que a esto le sigue siempre ha de ir acompañada de momentos de interiorización, meditación y silencio interior, para que la voz de nuestra alma desde nuestro nivel superior nos guíe.
El papel de la intuición es definitivo, lo que supone a prender a escuchar la verdad de nuestro ser.
Esta es la hora, no de la lucha del ego contra egos
, sino del trabajo espiritual, donde nuestra alma y su propósito en el mundo han de ser los auténticos protagonistas.
Para todo esto contamos siempre con la inestimable ayuda de los seres de luz y guías espirituales que nos acompañan.
domingo, 30 de julio de 2017
sábado, 29 de julio de 2017
DIOS, LA OLA Y NUESTRO SER.
Dios es Lo Real. Sin principio, sin final, sin antes ni después. Es Presente, es Presencia. No hay un antes de Dios, no hay un después de Dios. Siempre es Dios. Todo es Dios. Totalidad y unicidad: Lo Uno. La mente, en cambio, es lo que hace de filtro, ella es como una rejilla que tamiza esa unidad, dividiéndola, fragmentándola, clasificándola, separándola, del mismo modo que una trama cualquiera deshace en mil formas la luz del sol, o que un cristal descompone la luz en los colores del arco iris. Pero la mente es sólo un pensamiento, y los pensamientos son formas, sombras chinescas en el infinito e inabarcable espacio de Dios.
Y Dios contempla sus pensamientos, y las formas, y todo cuanto desde dentro de sí aparece y desaparece en lo que se llama espacio y tiempo, que también son parte de esos pensamientos.
A veces, Dios se entretiene tanto con sus formas y sus pensamientos que se olvida de sí. Entonces juega a reencontrase siguiendo el rastro de esas mismas formas y de esos mismos pensamientos. Y es así, como se sorprende a sí mismo cada vez que se vuelve a encontrar.
Realmente no es fácil hablar de Dios, del mismo modo que a una ola le es muy difícil hablar del mar. Pero la ola sabe lo que es el mar, vive lo que es el mar, siente lo que el el mar. Y esto es lo que le ocurre a nuestra alma, a nuestro ser, que experimentan a Dios, pero, en cambio, ni tan
siquiera lo pueden señalar o mostrar de tan dentro de Él como están, y de tan Él como son.
Y Dios contempla sus pensamientos, y las formas, y todo cuanto desde dentro de sí aparece y desaparece en lo que se llama espacio y tiempo, que también son parte de esos pensamientos.
A veces, Dios se entretiene tanto con sus formas y sus pensamientos que se olvida de sí. Entonces juega a reencontrase siguiendo el rastro de esas mismas formas y de esos mismos pensamientos. Y es así, como se sorprende a sí mismo cada vez que se vuelve a encontrar.
Realmente no es fácil hablar de Dios, del mismo modo que a una ola le es muy difícil hablar del mar. Pero la ola sabe lo que es el mar, vive lo que es el mar, siente lo que el el mar. Y esto es lo que le ocurre a nuestra alma, a nuestro ser, que experimentan a Dios, pero, en cambio, ni tan
siquiera lo pueden señalar o mostrar de tan dentro de Él como están, y de tan Él como son.
VISLUMBRES DE NUESTRO HOGAR REAL
Esta vida parece que sea lo único real. Pero lo cierto, es que apenas si refleja la grandeza, la realidad y la dimensión de la vida verdadera. Si nos diésemos cuenta por unos instantes, a través de vislumbres, de nuestro origen y procedencia, todo nuestro actuar se transformaría. Aquí hacemos determinadas tareas en función de nuestras necesidades evolutivas y el mejor servicio que podamos prestar a los demás. Nuestro Hogar Real está hecho de pura luz, de puro amor, de pura sabiduría. La sensación de realidad que aquí tenemos es muy pobre comparada con lo que la Realidad es. La experiencia de la realidad que aquí tenemos es muy pobre y llena de filtros. Cuanta mayor sea la transparencia en nuestro nivel de conciencia, mayor será la experiencia de realidad que tengamos. Cuanto más nos abramos a nuestro ser y a la intención que nos ha traído a nacer mayor será también la experiencia interior que tengamos de nuestro Hogar Real. Mientras tanto, las dificultades y las experiencias lo que hacen es empujarnos hacia vibraciones más altas de conciencia y de comprensión
espiritual, ese es su sentido.
espiritual, ese es su sentido.
miércoles, 26 de julio de 2017
LA TAREA DE IR AL ENCUENTRO Y EXPERIENCIA DE NUESTRO SER
Todos tenemos una serie de tareas que realizar en la vida. Amarnos a nosotros mismos es una de las más grandes, si la realizamos de verdad estamos sentando las bases de todo lo que hacemos con el mundo y con los demás. Todos contamos con los medios o el medio necesario para realizar nuestra tarea y propósito en el mundo. Amar lo que tenemos es esencial como punto de partida. Amar lo que se tiene sólo se puede hacer desde el reconocimiento a uno mismo, y desde la conciencia de lo que se es. Todo lo demás implica fusión y confusión.
Para algunos lo más importante es ejercer tal o cual profesión, para otros la fama, algunos se entregan intensamente a servir a los demás, a crear, investigar o a enseñar. Hay muchas clases de vocación. Pero hay una que destaca que es la de ir al encuentro y conciencia del propio ser, y poder luego ayudar a otros a que realicen ese mismo autoconocimiento.
Concienciar nuestro ser, el Sí mismo, o Dios en mi como yo, es la base de la verdadera libertad. En nosotros, en nuestro ser, se halla la fuente de la felicidad, del amor, de la sabiduría y de la creatividad. Este lugar nunca nos fallará, es un espacio real e inexpuganble
de paz y de seguridad
Para algunos lo más importante es ejercer tal o cual profesión, para otros la fama, algunos se entregan intensamente a servir a los demás, a crear, investigar o a enseñar. Hay muchas clases de vocación. Pero hay una que destaca que es la de ir al encuentro y conciencia del propio ser, y poder luego ayudar a otros a que realicen ese mismo autoconocimiento.
Concienciar nuestro ser, el Sí mismo, o Dios en mi como yo, es la base de la verdadera libertad. En nosotros, en nuestro ser, se halla la fuente de la felicidad, del amor, de la sabiduría y de la creatividad. Este lugar nunca nos fallará, es un espacio real e inexpuganble
de paz y de seguridad
martes, 25 de julio de 2017
VIVE LA FELICIDAD QUE ERES.
Buscamos la felicidad fuera, y le ponemos condiciones. Y decimos algo así como: puedo ser feliz si...., y entonces, en función de eso construimos nuestra lista particular de necesidades. Con lo cual, hemos asociado la experiencia y vivencia de la felicidad a un determinado número de cosas y situaciones. Pero vivir así nos condena al temor permanente por lo que se puede perder, por lo que nos cuesta alcanzar o por o que se puede frustrar. El resultado,es una vida infeliz o llena de intermitencias en el modo de sentirla: ahora estoy bien, pero al menor contratiempo ya estoy de mal humor.
Pero la felicidad no depende de nada, pues es el estado natural de nuestro ser. Somos felicidad. Así que, si queremos de verdad ser felices, tenemos que abrirnos a nuestro ser y soltar cada una de las dependencias a las que la habíamos condicionado. La felicidad no depende de nada ni de nadie. La felicidad surge o se manifiesta cuando nos permitimos abrirnos a nuestro ser, cuando no cerramos el sentir de nuestro ser, cuando vivimos en nuestro ser.
En el silencio de la meditación vivenciamos la felicidad, la alegría y el gozo que somos. Afirmarnos en nuestra realidad, adentrarnos en ella y sentirnos envueltos por ella, es lo que hará que pase lo que pase, siempre, nuestra felicidad esté presente, porque ella es lo que somos.
Pero la felicidad no depende de nada, pues es el estado natural de nuestro ser. Somos felicidad. Así que, si queremos de verdad ser felices, tenemos que abrirnos a nuestro ser y soltar cada una de las dependencias a las que la habíamos condicionado. La felicidad no depende de nada ni de nadie. La felicidad surge o se manifiesta cuando nos permitimos abrirnos a nuestro ser, cuando no cerramos el sentir de nuestro ser, cuando vivimos en nuestro ser.
En el silencio de la meditación vivenciamos la felicidad, la alegría y el gozo que somos. Afirmarnos en nuestra realidad, adentrarnos en ella y sentirnos envueltos por ella, es lo que hará que pase lo que pase, siempre, nuestra felicidad esté presente, porque ella es lo que somos.
domingo, 16 de julio de 2017
Hemos elegido nuestro mundo de la información que hay en la mente de Dios. Pero podemos crear otros mundos.
¿Has pensado lo que significa todo esto?: Al principio todo es la Conciencia del Uno, o del Todo Dios. Pura Conciencia. Y en la Conciencia, surgiendo de ella: la Mente de Dios, con sus pensamientos, con sus creaciones , infinitas: todos los Omniversos infinitos, integrados por Multiversos, no menos infinitos, y dentro de cada multiverso, los infinitos universos, con sus correspondientes confederaciones galácticas, soles, planetas...Y los seres vivientes. ¿Te lo imaginas?
Y todo eso, a su vez, formando parte de Dimensiones, ¿cuantas?, en cualquier caso van de las más densas a los más espirituales. En la teoría Moderna de cuerdas se dice que hay entre 10 y 26 dimensiones. !Cuantos seres, cuantos mundos, cuantas realidades! Pero todo siendo siempre el reflejo de la información básica que procede de la Fuente, la Mente de Dios.
Y entre los seres, cada conciencia, la mía , la tuya, focos de y en la Mente de Dios, trayendo a la realidad su particular mundo, el que hemos sido capaces de visionar y concebir en nuestra particular mente, según nuestro nivel conciencial y evolutivo, en función de nuestras necesidades ¿No es algo maravilloso? Yo, con mi conciencia me focalizo en un mundo existente en la Mente de Dios, y ese mundo que yo he sido capaz de imaginar es el que he traído "aquí" para mí. Porque es eso lo que sucede: cada foco de conciencia que somos trae a la realidad "su mundo". Y esto es lo que vivimos.
Todo el conjunto de todas las voluntades de conciencia con "sus" respectivos mundos mentales forman nuestra Matriz holográfica: este mundo en el que todo se halla interconectado e interrelacionado.
Todo lo que vivimos lo hemos traído nosotros a nuestro mundo. Nadie es el responsable, por lo tanto, de mis experiencias, ni de este teatro concreto en el que me muevo. No hay culpables. Todo es parte de mi camino de aprendizaje, crecimiento y evolución. El escenario, los personajes y la obra son lo que yo he querido que fuesen. Cuando en el nivel superior de mi alma decida que las cosas tienen que ser diferentes cambiarán. Mientras tanto, lo mejor que puedo hacer es dar gracias de lo que vivo, perdonarme de cualquier cosa que haya atraído a mi existencia y me haga sufrir, decir que lo siento, y después de todo amarme y amar a los demás. (En esto se basa el Hoponopono)
Y todo eso, a su vez, formando parte de Dimensiones, ¿cuantas?, en cualquier caso van de las más densas a los más espirituales. En la teoría Moderna de cuerdas se dice que hay entre 10 y 26 dimensiones. !Cuantos seres, cuantos mundos, cuantas realidades! Pero todo siendo siempre el reflejo de la información básica que procede de la Fuente, la Mente de Dios.
Y entre los seres, cada conciencia, la mía , la tuya, focos de y en la Mente de Dios, trayendo a la realidad su particular mundo, el que hemos sido capaces de visionar y concebir en nuestra particular mente, según nuestro nivel conciencial y evolutivo, en función de nuestras necesidades ¿No es algo maravilloso? Yo, con mi conciencia me focalizo en un mundo existente en la Mente de Dios, y ese mundo que yo he sido capaz de imaginar es el que he traído "aquí" para mí. Porque es eso lo que sucede: cada foco de conciencia que somos trae a la realidad "su mundo". Y esto es lo que vivimos.
Todo el conjunto de todas las voluntades de conciencia con "sus" respectivos mundos mentales forman nuestra Matriz holográfica: este mundo en el que todo se halla interconectado e interrelacionado.
Todo lo que vivimos lo hemos traído nosotros a nuestro mundo. Nadie es el responsable, por lo tanto, de mis experiencias, ni de este teatro concreto en el que me muevo. No hay culpables. Todo es parte de mi camino de aprendizaje, crecimiento y evolución. El escenario, los personajes y la obra son lo que yo he querido que fuesen. Cuando en el nivel superior de mi alma decida que las cosas tienen que ser diferentes cambiarán. Mientras tanto, lo mejor que puedo hacer es dar gracias de lo que vivo, perdonarme de cualquier cosa que haya atraído a mi existencia y me haga sufrir, decir que lo siento, y después de todo amarme y amar a los demás. (En esto se basa el Hoponopono)
sábado, 15 de julio de 2017
Dios es Pura existencia, clara conciencia, luminoso amor. Lo demás son películas.
La mente es un instrumento que sirve para razonar, construir una idea sobre lo que somos, recordar y también es asiento en donde el brillo del ser se refleja.
La mente puede crear y de hecho crea conceptos, ideas, e incluso grandes construcciones ideológicas, religiosas o de otro tipo, pero todas ellas son eso: construcciones de la mente.
Las construcciones que con la mente creamos, sean sistemas filosóficos y hasta las mismas religiones no son la realidad ni la verdad en sí, son sólo fabricaciones humanas, no importa el ropaje con que se presenten.
La mente puede estar más o menos limpia y ser más o menos transparente. Si es translucida como el cristal de roca dejará pasar a través de la la luz que a través de nuestro ser experimentamos. Pero si es una mente sucia, impregnada de errores, fantasías, delirios u otra clase de paranoias, lo que comunicará será eso mismo.
La mente no nos pone nunca en contacto con la verdad ni con la realidad, esa no es su función. Pero el ego necesita intensamente a la mente y sus películas. De hecho, el ego es una fabricación de la mente. El ego es una idea que nos hemos construido mentalmente sobre nosotros. Pero nosotros no somos una idea, ni Dios es una idea, ni la realidad es una idea.
La gente se fabrica muchas películas sobre lo que somos, sobre lo que es Dios, sobre lo que es el bien y sobre lo que es el mal. Así que cada cual va con su idea bajo del brazo, que pretende que sea la mejor. A veces nuestras ideas son monstruosas, otras veces son más luminosas. DE todos modos todo son ideas.
Pero Lo Real no es una idea, ni necesita de montajes para expresarse, ni de Iglesias, ni de sectas, ni de nada. Lo Real es lo único que hay, es Lo Que Hay, Lo Que Es. Eso Es Dios, eso el el Ser, nuestro ser.
Dios, no necesita de la mente, aunque él la ha fabricado. Dios es ahora mismo y siempre. En él todos los pensamientos, de cualquier clase se diluyen. Dios es el Puro Ser, La Pura Existencia, La Pura Sabiduría, el Puro Amor, la Pura Energía. Experimentar eso es conectarnos con la Realidad. Y eso ocurre cuando la mente está callada, en el silencio.
Dios es un Fondo, un Espacio, una calidad sin nombre, y eso es Vida,y...Plenitud.
Todo lo demás no son más que películas, juegos del ego, que pueden ser divertidas, aburridas, locas, dramáticas, de risa o de miedo.
Es necesario que sepamos distinguir, pues, ni
tidamente cuando estamos dentro de una película y cuando estamos saboreando Lo Real, el Ser, Dios.
La mente puede crear y de hecho crea conceptos, ideas, e incluso grandes construcciones ideológicas, religiosas o de otro tipo, pero todas ellas son eso: construcciones de la mente.
Las construcciones que con la mente creamos, sean sistemas filosóficos y hasta las mismas religiones no son la realidad ni la verdad en sí, son sólo fabricaciones humanas, no importa el ropaje con que se presenten.
La mente puede estar más o menos limpia y ser más o menos transparente. Si es translucida como el cristal de roca dejará pasar a través de la la luz que a través de nuestro ser experimentamos. Pero si es una mente sucia, impregnada de errores, fantasías, delirios u otra clase de paranoias, lo que comunicará será eso mismo.
La mente no nos pone nunca en contacto con la verdad ni con la realidad, esa no es su función. Pero el ego necesita intensamente a la mente y sus películas. De hecho, el ego es una fabricación de la mente. El ego es una idea que nos hemos construido mentalmente sobre nosotros. Pero nosotros no somos una idea, ni Dios es una idea, ni la realidad es una idea.
La gente se fabrica muchas películas sobre lo que somos, sobre lo que es Dios, sobre lo que es el bien y sobre lo que es el mal. Así que cada cual va con su idea bajo del brazo, que pretende que sea la mejor. A veces nuestras ideas son monstruosas, otras veces son más luminosas. DE todos modos todo son ideas.
Pero Lo Real no es una idea, ni necesita de montajes para expresarse, ni de Iglesias, ni de sectas, ni de nada. Lo Real es lo único que hay, es Lo Que Hay, Lo Que Es. Eso Es Dios, eso el el Ser, nuestro ser.
Dios, no necesita de la mente, aunque él la ha fabricado. Dios es ahora mismo y siempre. En él todos los pensamientos, de cualquier clase se diluyen. Dios es el Puro Ser, La Pura Existencia, La Pura Sabiduría, el Puro Amor, la Pura Energía. Experimentar eso es conectarnos con la Realidad. Y eso ocurre cuando la mente está callada, en el silencio.
Dios es un Fondo, un Espacio, una calidad sin nombre, y eso es Vida,y...Plenitud.
Todo lo demás no son más que películas, juegos del ego, que pueden ser divertidas, aburridas, locas, dramáticas, de risa o de miedo.
Es necesario que sepamos distinguir, pues, ni
tidamente cuando estamos dentro de una película y cuando estamos saboreando Lo Real, el Ser, Dios.
FRENTE A LA MENTE CONFUSA, LA PAZ Y LA VERDAD EN NUESTRO CORAZÓN
La mente sirve para recoger información, ordenar datos, contrastarlos entre sí y con respecto a otros, retener aquella información, razonar, deducir, etc.. Pero la mente no es fuente de Verdad, que pertenece y va unida a la esencia de las cosas. La mente nos permite dudar, afirmar o negar. Si la mente es limpia y clara, es decir si no está alterada por emociones, drogas o su propia confusión, puede ser un buen aliado nuestro, porque también la razón es uno de nuestros apoyos en esta dimensión que tiene como instrumentos suyos al cuerpo-mente;
Pero una mente no disciplinada, egoísta o alterada por sus propios líos o como consecuencia del consumo de sustancias que a la larga sólo producen paranoias y brotes psicóticos puede producir y de hecho produce verdaderos focos de sufrimiento, tanto para quien así la tiene como también para quienes, sin cogerse a su propio centro, entran en contacto con ella.
Son muchos los mundos de locura, irreales o demoníacos incluso que personas de ese perfil crean y que torturan hasta la fatiga a quienes, familiares sobre todo, se comunican con ellas, contagiándoles algo de su propia confusión.
La mejor defensa ante situaciones de duda que se puedan vivir en ese tipo de relaciones tormentosas,
es, además de reconocer la locura paranoica de las atormentadas mentes, ir al único espacio en donde la duda, la confusión y el inútil parloteo mental cesan, y ese espacio se llama el sentir en nuestro corazón. Allí, la Verdad silenciosa nos llena y la paz es la mejor respuesta.
La locura mental no admite discusiones ni razonamientos. El silencio y no entrar en su dinámica es la mejor forma de no alentarla ni potenciarla. En cualquier caso, quienes han de convivir o relacionarse por cualquier causa con los enfermos psiquiátricos, tienen la gran oportunidad de aprender a distanciarse de sus enfermizas películas, no e
ntrando en ellas, y en su lugar contactar con su verdadero ser, allí donde la armonía, la alegría y el verdadero saber nos acompañan y hablan. Esto y no otra cosa es Dios en nuestro corazón.
Pero una mente no disciplinada, egoísta o alterada por sus propios líos o como consecuencia del consumo de sustancias que a la larga sólo producen paranoias y brotes psicóticos puede producir y de hecho produce verdaderos focos de sufrimiento, tanto para quien así la tiene como también para quienes, sin cogerse a su propio centro, entran en contacto con ella.
Son muchos los mundos de locura, irreales o demoníacos incluso que personas de ese perfil crean y que torturan hasta la fatiga a quienes, familiares sobre todo, se comunican con ellas, contagiándoles algo de su propia confusión.
La mejor defensa ante situaciones de duda que se puedan vivir en ese tipo de relaciones tormentosas,
es, además de reconocer la locura paranoica de las atormentadas mentes, ir al único espacio en donde la duda, la confusión y el inútil parloteo mental cesan, y ese espacio se llama el sentir en nuestro corazón. Allí, la Verdad silenciosa nos llena y la paz es la mejor respuesta.
La locura mental no admite discusiones ni razonamientos. El silencio y no entrar en su dinámica es la mejor forma de no alentarla ni potenciarla. En cualquier caso, quienes han de convivir o relacionarse por cualquier causa con los enfermos psiquiátricos, tienen la gran oportunidad de aprender a distanciarse de sus enfermizas películas, no e
ntrando en ellas, y en su lugar contactar con su verdadero ser, allí donde la armonía, la alegría y el verdadero saber nos acompañan y hablan. Esto y no otra cosa es Dios en nuestro corazón.
sábado, 8 de julio de 2017
“Dios”, la palabra más manipulada.
Pero,
al mismo tiempo, y por lo que se ve, palabra tan necesaria, aunque sea,
incluso, también, para denigrarla, pisotearla o rechazarla, por necesidad a
costa de ella de autoafirmación y de reivindicación del propio ser y poder, y de
la libertad frente a quienes en su nombre la utilizaron para imponer creencias,
modos de vida, pensamientos, supuestas verdades o requisitos de bondad, maldad
y tantas cosas más que desde una autoridad religiosa de origen, según decían,
divino, se arrogaban; o para todo lo contrario: para invocar y señalar hacia lo
más grande, profundo, verdadero, bondadoso, bello, poderoso y sublime que
imaginar se pueda.
Por el uso tan dispar que se ha hecho de esta
palabra, hablar de “Dios” resulta difícil, a veces parecería incluso
imposible y, desde luego, aventurado si no se hace con las precisiones, matices
y distingos pertinentes, y eso, en la medida en que nadie sabe exactamente lo
que cada uno está queriendo decir cuando la nombra o entendiendo por ella al
escucharla. Por eso, uno con la intención de liberar de esa carga tan
variopinta que tantas proyecciones humanas le han puesto tiene que optar muchas
veces por vocablos genéricos, menos manipulados y tendenciosos, más asépticos y
desprovistos de cargas emocionales, ideológicas, de Iglesias o sectas, para
asegurarse en alguna medida de que aquello a lo que se quiere cuando dice “Dios”
queda fuera de cosificación, capillismo, encajonamiento, sectarismo y
apropiación religiosa. De ahí, que hoy haya mucha gente que prefiera utilizar palabras alternativas, aunque señalen
en esencia y allá en el fondo lo mismo, como las de: el Ser, Lo Real, el Todo
Uno, la Conciencia, El Espíritu, etc.
Pero no, la
palabra no es el problema, lo que sí que lo es para nuestras mentes es
acotar de algún modo comprensible y conceptualizar, aquello que todos los seres
humanos por una necesidad compleja, y “extraña”, por lo universal que es,
parecen sentir, necesitar, buscar y anhelar en lo que se perfila como inasible
y sin contornos, infinito en todos los sentidos, innombrable e indefinible, lo
Superior y Supremo, aquello que todo lo contiene y todo lo es, de lo que todo
parte y a lo que todo vuelve, y que estando como está más allá de nuestra
racionalidad, se quiere luego traducir, que por desgracia es lo mismo que reducir, -como quien trata de poner
toda el agua del océano en un pequeño pozal-, a nuestro limitado e insuficiente
lenguaje humano.
Entonces, es cuando
realmente nos damos cuenta de que las palabras, ni siquiera los conceptos y las
ideas, tampoco las interpretaciones, ni siquiera las teologías nos sirven para
mucho, o, si acaso, -como se suele decir-, para realizar la misma función que
los dedos o las flechas cuando tratan de señalar lo que cada cual
subjetivamente y a su modo entiende, siente o de algún extraño modo percibe.
Pero lo verdaderamente curioso dentro de todo esto, es que todos parecemos mirar, como por un consenso universal y a pesar de las
diferencias, hacia “Lo Mismo”, es muy real sí, Aquello que hace que millones y millones de seres humanos durante
siglos y siglos, de todas las épocas, culturas y civilizaciones, como si se
tratase de girasoles instintivamente buscando y orientándose al sol, dirijan su
mirada y sobre todo su corazón, hacia lo que intuyen que trasciende y
supera lo externo, material y caduco de cuanto experimentan y viven, aunque
después con el concurso de nuestras mentes lo trastoquemos con múltiples
versiones más o menos adaptadas, simbólicas, míticas, racionales o realmente
espirituales.
Sí
existe, Es, más bien, deberíamos decir, y es real, porque de algún modo se
intuye, se saborea, se experimenta o se toca, un Magma, Fondo, Espacio, Campo,
Fuente u Origen de realidad, conciencia, existencia o ser, que sutilmente nos
lo está delatando y mostrando continuamente, y no sólo en el exterior sino
sobre todo desde/en el interior de
nosotros mismos.
Se
da el caso y la circunstancia curiosa de que Eso, que tanto moviliza y sugiere
se muestra particularmente a cada sensibilidad y mente, según la capacidad,
nivel, desarrollo, complejidad, demanda y apertura de las mismas. Es por eso
por lo que cada uno vive “su Dios”, con la perspectiva, amplitud y encaje que
él, de su totalidad, es capaz de considerar, recibir y captar. Por eso existen
los infinitos rostros de Dios. Y eso, que en sí responde a una lógica perfecta
de acuerdo con lo que es la evolución de la conciencia, cuando se vive de modo
fanático, exclusivista y sin intuir siquiera que Dios trasciende toda versión
particular y que toda interpretación posible cabe en él, sin ser ninguna de
ellas completa y “la verdadera”, es lo que da lugar a los enfrentamientos,
guerras, condenas y absurdas fronteras religiosas entre los elegidos y lo que
no lo son, quienes se salvarán y los que no.
Nuestras mentes, esclavas de su propio desarrollo y forma
de mirar, cuando dejan de lado el corazón todo lo dividen y trocean,
clasificándolo en mil pedazos, lo estructuran y, por supuesto, lo deforman
hasta ofrecernos realidades que ya nada o muy poco tienen que ver con la globalidad sin nombre de la Presencia
(presencia- presente). Y eso encierra un peligro muy grande, en la medida en
que se puede llegar a formar una idea sobre algo, en este caso “Dios”, que se
convierta en un perfecto ídolo (observemos
que idea e ídolo tienen la misma raíz)
al que adorar y seguir, al que entregarse y por el que se llegue incluso a
morir.
Llegados
a ese punto puede ser más importante
para algunos lo ideado-idologizado
que Lo Real, el dedo que señala que
el objeto hacia el cual apunta, con lo cual, la norma, el dogma, la teología,
los signos externos o el rito, e incluso la misma religión en sí y su
particular Iglesia pasan a ser lo necesario y valioso en lugar de aquello que a
todo subyace, alimenta e inspira por ser La Fuente, el Océano y el Todo Uno de
la Realidad que Es, o sea, Dios.
De ese modo, la palabra “Dios”, que podría haber servido para expresar la unidad de aspiración y
experiencia de todos los seres humanos desde
y en su esencia, porque en todos
vibra en nuestro ser como expresión particular de lo que Es, que a todos nos vivifica aúna y trasciende por
igual, queda convertida paradójicamente en instrumento de división,
enfrentamiento y separación. Esto es algo que deberemos superar en el futuro y
en la medida en que el Dios-Uno en nosotros, que es la fuente real de la
verdadera Unidad como humanidad y como seres cósmicos que somos, es la única
puerta de salida de los límites a los que como civilización nos hemos visto
abocados y que ya claman por su superación y trascendencia, si es que queremos
llegar a establecer aquí en la Tierra un reino de verdadera paz, fraternidad y
libertad. No existe otro camino, todos los demás, ya experimentados a lo largo
de nuestra historia, han tocado su techo y su propia fragilidad.
martes, 4 de julio de 2017
DIOS TU SER, LA LIBERTAD TU CAMINO, Y LA UNIDAD EL ESPEJO EN QUE TE VES.
Vamos
a tratar de analizar y comprender los ecos, sugerencias y profundidades que
esta palabra, “Dios” nos trae, intentando ir cada vez más “alto” y más “lejos”,
más allá del más allá de todo lo que encarcela, encorseta y oprime la expansión
de nuestro amor, creatividad como seres vivos y de nuestra conciencia.
Lo
vamos a hacer indagando con la ayuda de la mente, pero sobre todo con el
corazón, o sea, con ese instrumento tan preciado que es la intuición, y desde
luego con todo nuestro ser. No lo haremos desde la perspectiva de ninguna
religión en particular, sino con la libertad y el saber que nace del mismo
sentir, y conscientes de que aquello hacia lo que señalamos, -la inmensidad del
Ser-, no sólo no es propiedad de nada ni de nadie sino que autónomo,
omniabarcante e indomable fluye constantemente como manantial desbordante de
puro vivir en cada ser único y particular, y en la Realidad Una en donde la
Totalidad de Dios existe y se reconoce.
Entraremos
en el amplio marco de lo que consideramos el Fondo Sin Fondo de la Pura
Existencia, -que eso es Dios-, justo allí donde nos encontramos sin
restricciones ni máscaras, libres de nuestros personajes, sin mediadores ni
intérpretes, y con la convicción añadida de que conocerlo es conocernos y
viceversa. Por eso, Su Historia es la misma historia desplegándose sin fin de
todo cuanto existe, donde mi vida, tu vida y todas las vidas son siempre eso: interpretaciones del Dios-Actor que cada
uno somos en el escenario de las infinitas existencias, donde unos y otros,
cómplices en el mismo despertar, nos iremos reconociendo también como verdaderos
Autores-dioses de las obras que representamos y de las realidades que
desplegamos.
Qué duda cabe de que para llegar a “Dios-en-mi”,
que es el verdadero Yo Soy de cada ser, hay un trabajo previo que hacer, cual
es el de desbrozar el camino, desmontando y derribando falsos dioses de cartón
piedra, así como los fantasmas e ídolos interpuestos, que son los errores y
mentiras que en su nombre se nos han colado desde el inicio de los tiempos.
Para eso, tenemos que recobrar nuestra mirada de niños, que es la mirada
directa sobre lo que hay, sobre lo que somos, libre de la carga de tantos
pensamientos que no sólo nos traen el recuerdo del miedo, la duda, la desconfianza
sobre nuestro ser y, en definitiva, sufrimiento, sino que, además, velan y
esconden la Realidad de Lo Que es, de Lo Divino o Dios.
En
esta divina aventura, -que es vivir experimentando, aprendiendo y despertando-,
contamos con una excelente noticia: la de que el camino hacia nuestra luminosa
y radiante identidad existe, aunque espera de nuestra voluntad activa si es que
de verdad lo queremos transitar, tenemos, además, la inmensa ventaja añadida de
que ese camino no está ni lejos ni menos aún separado de nosotros, pues pasa
justo por nuestro interior, por el centro mismo de nuestro corazón, donde el
fuego divino en el corazón de nuestra alma, vivifica, da sentido e ilumina a
todo existir.
Sucede
que si nos ponemos en disposición activa de ser verdaderos caminantes
conscientes nos convertimos en guerreros
de la luz por cuanto que ya no aceptamos nunca más ser víctimas de ninguna
persona o circunstancia externa, ni instrumentos al servicio de poderes que
estén fuera de nosotros, vengan de donde vengan. Lo cual nos lleva a reconocernos
como dioses-diosas de nuestra vida.
Los
guerreros de la luz, y esto son los que buscan a Dios en su corazón, se
caracterizan por ser los responsables directos de todas sus decisiones y poseen
la libertad que da el establecer a la propia conciencia como piedra de toque
única de la rectitud, pertinencia y valor de su caminar. Soltamos culpas,
soltamos rencores, soltamos pasado y asumimos el presente que nace en este
ahora eterno como el espacio y lugar sagrado en el que constantemente
experimentamos la Presencia-Una en la que nos sentimos ser. Cada acto que
hacemos adquiere entonces una dimensión que nunca antes había tenido porque lo
sentimos y experimentamos como algo sagrado, como la expresión del poder, la
inteligencia y el amor de Dios en nuestra existencia. Esta es la verdadera
religión.
Dios
es Luz, la sacaremos de nuestro interior, Dios es amor y felicidad, la
viviremos porque es nuestro ser, Dios es poder, recobraremos todo el que hemos
puesto en manos que no son las nuestras, Dios es sabiduría, reconoceremos la
que en nosotros siempre está fluyendo y queriendo salir, Dios es fuerza y
creatividad sin fin, permitiremos que ambas se expresen a través de nuestro
vivir. Dios es Vida-Conciencia-Amor y Libertad sin límites, y nosotros, en
cuento chispas divinas, esto es también lo que somos, cualquier otra cosa es
pura mentira. Así es como se experimenta la verdadera espiritualidad.
Si
alguien piensa que Dios es algo fuera de él jamás lo hallará y, peor aún, nunca
lo vivirá ni lo experimentará, pero lo más grave: con ese pensar dará pábulo
para que construcciones fabricadas por otros, y por lo tanto auténticos ídolos
externos a nosotros, se arroguen y apropien la capacidad de condenarnos o
salvarnos, de culpabilizarnos o perdonarnos, de dirigirnos y de ocupar hasta
ignorarlo, anularlo o despreciarlo, a lo que es el verdadero centro de poder,
de amor y de luz en nosotros, y que es, nada más y nada menos, que la esencia
de nuestra identidad. Si es así, nos estaremos alejando del Dios-en-mí como yo,
que es la única realidad y verdad de mi “Yo Soy”.
No
obstante, el camino hacia nuestra realización como seres divinos que somos está
abierto, y su límite es el infinito, evolucionar hacia cotas superiores de
espiritualidad y de conciencia, así como el autorreconocimiento en la Totalidad
del Dios-Uno que somos y su expresión gozosa en la vida es lo que estamos
llamados a vivir y hacer. Lo que decidamos hacer en nuestras vidas de ahora en
adelante es muy importante: o nos abrimos al Espíritu o continuaremos atados a
la noria sin salida de nuestro cuerpo-mente y sus triquiñuelas sin fin. Estamos
en un momento decisivo para la historia de la humanidad, porque una vieja era
ligada a los sentidos, las emociones y la razón se termina. Se agotaron
nuestras posibilidades de autosatisfacción y de intentos por conseguir la
plenitud a través del consumo, los medios técnicos y mecánicos, políticos,
filosóficos, psicológicos, incluso éticos y religiosos de los que hasta el
presente nos hemos servido. Sí, en la medida en que ellos se han convertido en
fines en sí mismos y han desplazado al espíritu que los alienta. Tenemos que
regresar al núcleo de la realidad, al ser que la anima y al Todo Uno que la
atrae.
Es
la hora de la religión esencial, aquella que redescubre nuestras raíces en el
espíritu que nos impulsa desde el interior a crecer, evolucionar y ser, libres
del poder de los dogmas, el pecado y la culpa, los ritos, y las amenazas que
pretenden frenar la confianza en el Dios interior que se expresa en cada cual. Ya
no hacen falta los intermediarios entre Dios y nosotros, ni Iglesias que
garanticen nuestra salvación. Nuestra Iglesia, la auténtica, se encuentra en
nuestro corazón y El Reino de Dios ya forma parte de nosotros, pues es la
esencia de nuestro ser.
Una
vez que hayamos reconocido esto en nuestro interior, lo único que nos faltará
es vivirlo con los demás y en este mundo en toda la rica variedad de campos en los
que nuestra vida y creatividad se experimenta. Tenemos que traer ya una vida
iluminada a la Tierra, una vida divina en nuestras relaciones, en el trabajo,
la economía, la política, el arte, la educación, la filosofía, la ciencia, la
salud, etc…Y eso nos corresponde a cada uno hacerlo, primero a nivel individual
y a continuación en el ámbito de influencias en que nos movemos.
Nadie
ha venido a este mundo a quedarse dormido en su desidia o en su ignorancia,
todos hemos nacido con unas tareas a desarrollar y un camino que transitar, ese
es nuestro Dharma o propósito personal. Este mundo y esta existencia tienen un
sentido pleno con dos objetivos muy concretos a realizar: 1.- redescubrir a
nuestros ser divino en nosotros, y 2.- Ver el modo en que lo mejor de nosotros
se expresa en los demás y en este mundo. Esto en lo particular.
Pero,
además, existe un Programa o Plan General para la Humanidad, es el programa en
la aventura del futuro que ya es hoy y que tiene las siguientes características:
1.- Dios, (plenitud de amor-felicidad, sabiduría-inteligencia y energía-poder),
como Fuente única de todo, por ser la esencia de nuestros ser y de todos los
seres, 2.- la Libertad como instrumento para que la creatividad de Dios en cada
ser se exprese genuinamente a través de cada alma particular, y 3.- la Unidad
de todos los seres como base y espejo en los que reconocernos unos a otros en
los infinitos rostros de Dios y con los que vivir, además, esta apasionante
aventura.
domingo, 2 de julio de 2017
Eckhart Tolle, “El poder del Ahora”
Nació
en Alemania, y posteriormente, a los trece años, se fue a vivir con su familia
a Londres, en cuya universidad se graduó, para convertirse en
investigador y supervisor en la Universidad de Cambrige. Pero fue a la edad de
veintinueve años y tras un tiempo de crisis que le hacían pensar muchas veces
incluso en el suicidio, cuando experimentó una profunda transformación
espiritual. Hasta entonces la vida le parecía incluso aborrecible, todo le
parecía ajeno, hostil y carente de significado tal y como cuenta en la introducción a su extraordinario
libro “El poder del ahora” que publicó varios años después.
“No
puedo seguir viviendo conmigo”, se dijo entonces para
sí. Pues bien, esta frase fue el detonante que desencadenó dentro de su mente
un proceso de darse cuenta que lo cambió
todo. Pensó: “¿Soy uno o dos? Si no puedo vivir conmigo, debe de haber dos
yoes: el “yo” y el “conmigo” con el que el “yo” ya no puede vivir”, con lo que
llegó a la conclusión de que quizás sólo uno de los dos es real. Y su mente se
paró. Y cuenta que:
A
continuación “me sentí absorbido por lo que parecía un vórtice de energía. Era un
movimiento lento que después se aceleró. Me sentí atrapado por un intenso miedo
y mi cuerpo empezó a temblar. Escuché las palabras: “No te resistas a nada”,
como si hubieran sido pronunciadas dentro de mi pecho. Podía sentirme absorbido
dentro de un vacío. Daba la sensación de que el vacío estaba en mi interior más
que fuera. De repente dejé de sentir miedo y me dejé caer en aquel vacío. No
recuerdo lo que ocurrió a continuación”. Al despertar por la mañana ya
era otro, nada lo veía o sentía igual porque una profunda paz y una gran dicha
inundaba su corazón. La luz que penetraba por la ventana de su habitación era
el amor mismo, y todo, desde un simple lápiz, o una botella vacía, todo tenía
una viveza que jamás antes había percibido. Esa dicha ya no le abandonó a
partir de entonces.
Pero
tuvieron que pasar varios años para asimilar su experiencia y comprender que lo
que había experimentado era ese despertar o iluminación espiritual que la gente
desde siempre ha estado buscando, fueron años en los que andaba o se limitaba a
sentarse en el bando de un parque viviendo estados sagrados indescriptibles con la dicha y la inmensa alegría que se habían
instalado ya para siempre en su corazón, pues a pesar de que no tenía por
entonces ni hogar, ni trabajo, ni relaciones sentía que lo tenía todo.
Qué
es lo que había ocurrido en realidad?, pues “que la intensa presión del
sufrimiento de aquella noche debía de haber obligado a mi conciencia a retirarse
de su identificación con mi yo desgraciado y tremendamente temeroso, que en
último término es una ficción mental. Dicha retirada debió de ser tan completa
que mi falso yo sufriente se derrumbó inmediatamente, como si se hubiera
quitado el tapón de un muñeco hinchable. Lo que quedó era mi verdadera
naturaleza, el Yo Soy siempre presente: conciencia en estado puro, anterior a
su identificación con la forma”, un reino en el que no existen el
tiempo ni la muerte.
Es
mucho y lleno de sugerencias e importantes enseñanzas lo que a partir de
entonces Eckart Tolle nos ha ido
enseñando en su faceta de profesor espiritual, pero hay un hecho que él destaca
sobremanera y que nosotros queremos traer también aquí resaltándolo por su
incalculable valor. Se trata de que que sin
rendimiento no hay iluminación. Rendimiento a la Presencia que ya es, que ya
somos, que ahora mismo nos inunda, rendimiento que se da en ese instante en que
el ego se aparta abatido, impotente, cansado y desesperado ante el dolor y el
sufrimiento de cualquier clase que sea, y cuando todo parece derrumbarse o sumirse en
una inmensa tragedia; pero rendimiento también cuando por un acto voluntario de
entrega nos ponemos incondicionalmente, -a veces incluso con el temor que produce
verse absorbido tanta inmensidad y poder- en manos de Lo Superior, en un fiat absoluto, o en un “haz de mi lo que quieras”. Cuando eso
sucede la gracia de lo divino, su dicha y poder, nos llenan y penetran hasta
los poros más recónditos de nuestro ser.
Cada
instante es una oportunidad para rendirnos a Lo que Es, y eso sólo puede
realizarse en el Ahora, cuando dejamos de lado el pasado, cuando dejamos de
lado las reivindicaciones del ego, cuando simplemente morimos a todo lo que ya
es pasado y a instalarnos en expectativas del futuro, puesto que entonces lo
único que queda es este instante sin
tiempo, sin ego, sin nuestro pequeño yo. Sólo así el verdadero Yo Soy ocupa
todo el espacio, que entonces se percibe como espacio sagrado: Pura conciencia
de ser. puro amor, pura luz y puro poder. Todo lo demás, como diría Sesha, es
carpintería, baratijas.
sábado, 1 de julio de 2017
Tony Parsons. “Lo que Es”
Se
refugió en la religión, indagó todo lo que pudo, se abrió luego a todo tipo de
disciplinas, cursos y propuestas que venían de la espiritualidad alternativa,
leyó libros, todos los que le venían a sus manos y muchos más, practicó la
meditación, así como se entregó a trabajos psicoterapéuticos y de sanación del
niño interior. Es decir, hizo todo lo que creía que estaba en sus manos para
prosperar en su búsqueda por un estado que le proporcionara felicidad y paz.
Pero
la respuesta que anhelaba no le venía por ninguna parte. Ninguna técnica,
ninguna vía, ningún camino habían colmado todavía sus expectativas ni llenado
su vacío. Hasta que un buen día en que sin pretender nada estaba haciendo algo
tan simple como caminar por un parque de Londres todo cambió. Pero mejor,
dejemos que sea él quien nos cuente lo que sucedió:
“Un
día estaba caminando por un parque en un suburbio de Londres…..una tranquilidad
y presencia totales parecieron descender sobre todas las cosas. Todas las cosas
devinieron sin tiempo y yo ya no existía…ya no había ningún experimentador. La
unidad con todo y cada cosa era lo que aconteció. No puedo decir que yo estaba
“unificado” porque “yo” había desaparecido… Miré a la hierba, a los árboles, a
los perros y a las gentes moviéndose como antes, pero ahora no sólo reconocía
su esencia sino que yo era su esencia, como ellos eran la mía. De otra manera
era como si todo, incluyéndome a mi, estuviera envuelto en un amor profundo y
omniabarcante, y de una manera extraña parecía que lo que veía no era tampoco
nada especial…es la norma que usualmente no se percibe”
Tony Parsons insiste
continuamente en que no hay técnicas ni nada que nos pueda llevar al despertar,
que ni siquiera hay alguien que se tenga que iluminar, porque ese que cree que
no está iluminado es justo el yo falso que tenemos que soltar. No tenemos que
ir a ninguna parte para iluminarnos, ni cambiar nada de nosotros, no hay que
hacer nada, sólo darnos cuenta de que Eso Es, ha sido y lo Será siempre.
Esforzarnos,
luchar, tratar de ser perfectos, creer que
tenemos que alcanzar algo o llegar a algún sitio para iluminarnos, todo
eso lo único que hace es frenar el que nos podamos dar cuenta de Lo que Es. Por
eso es tan necesario para él caer en la cuenta de que no hay nada que alcanzar,
renunciar a querer llegar a algún sitio.
La
Presencia está ahí, aconteciendo, ahora mismo, en todas partes, siempre, sin
condiciones, hagamos lo que hagamos, pensemos lo que pensemos, seamos
religiosos o no, creyentes, agnósticos o ateos. Para la Presencia nada de eso
importa, ni lo más mínimo. Ella es eterna, inmortal, jamás cambia.
Y
Eso es lo que somos.En realidad, nadie está iluminado, ni nadie tiene la
iluminación, de hecho nadie se ilumina y nadie tiene que alcanzar la
iluminación. Iluminación es lo que somos, aunque focalizados como estamos en
las dimensiones del cuerpo-mente no nos demos cuenta de ello. La iluminación es
nuestra manera de ser natural y ordinaria. Para darse cuenta de esto ni
siquiera necesita maestros, la vida es el maestro.
“Una
vez que acontece el despertar, ya no hay nada en lo que creer o lo que dudar.
Es el final de todo cuestionamiento. Desde entonces en adelante, todo es
simplemente “como es”. Ya no hay ningún preguntarse por qué, ni ningún tener
que juzgar ni querer cambiar nada. La presencia deviene evidente en esa
situación….
Tony
Parsons es simplemente energía que acontece en el juego de la conciencia, como
el sonido de los coches circulando, usted moviendo la cabeza y el sonido de
alguien tosiendo”
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