miércoles, 31 de mayo de 2017

Dios y Lo Real, Lo Que Es.

     
Para muchos y durante siglos Dios se ha percibido y tenido como la proyección de lo que el ser humano ha entendido como la fuerza y el poder capaz de dominar cuanto nos puede matar o salvar, proteger o esclavizar; de una u otra forma según las épocas, de manera más impersonal y abstracta en las primitivas y  más personalizada y antropomorfa después, Dios ha sido percibido sobre todo como algo exterior a nosotros, del que todo depende y nada escapa, un ente que reúne las cualidades que el ser humano posee pero de modo infinito, incluidas también las de juzgar, enfadarse, condenar, castigar, vigilar, decirnos lo que debemos o no debemos hacer y, por lo tanto inmiscuido como un Gran Hermano orweliano hasta en los detalles más íntimos e imperceptibles de cada cual. En cuyo caso, la condición de la humanidad se reduciría a ser una especie de criadero donde unos y otros, a modo de pequeñas hormiguitas insignificante y muy vulnerables, nos limitaríamos a vivir nuestras vidas que habrían sido creadas y diseñadas por él a su capricho y desarrolladas después bajo su tutela y absoluto control. Y todo eso, sin más sentido ni fin que ese, de tal modo que al final los que siguieron las pautas y directrices marcadas por tal Dios se salvan siendo acogidos por él, mientras que los demás se condenan. Y fin de esta historia.      
Ese relato con sus correspondientes matices y tramoyas en los que no entramos ahora se hace y sirve fundamentalmente en una etapa de nuestra evolución que va de la época arcaica hasta el momento en que la razón alcanza sus mayores cotas de desarrollo, y en todo caso, por eso mismo, es un relato puramente mental, rehén o esclavo de nuestras fantasías, reflexiones, idealizaciones y sueños, no importa lo creíbles o no que resulten, lo simples o elaboradas que estén, lo mágicas, míticas o racionalistas que sean, o que hayan  sido inventadas por nosotros o por otros que nos las han imbuido o hecho creer. Porque, en todos los casos, y esto es lo remarcable, nos encontraríamos ante un Dios de elaboración propia, muy humano y casero, a pesar de las máscaras que le pongamos o de los misterios y rostros con que lo envolvamos, el cual, como todos los productos de la mente, aún de la subconsciente, lo que nos ofrece es un Dios separado y ajeno de nosotros en una realidad fragmentada, con todas las consecuencias que ello trae para nuestras vidas y a las que ya hemos aludido, como las de reportarnos un Dios que nos puede dar, quitar, condenar, salvar, hacer, deshacer, a su gusto y voluntad desde su particular Olimpo.
            Y frente a esto, en medio de ello o desde dentro del corazón de eso, he aquí que emerge una visión nueva que parece salirse de los cauces y los procesos de la mente, una visión que se salta los límites que la fragmentación de los sentidos y del razonamiento clasificador nos había impuesto. Y de ese modo, aparece entonces en nuestras vidas no un pensamiento sobre la realidad sino una conciencia de ella, no un pensamiento sobre Dios sino una conciencia de lo que él es. Y, desde entonces, todos los viejos modelos empiezan a quedar obsoletos, huecos, vacíos e inservibles para referirse con todo el valor que ello nos aporta a la intuición sublime y al ansia de trascendencia que desde siempre, y con independencia de los momentos de Parente sequedad en el alma, palpitó como un impulso secreto y real en el corazón de todo ser humano. º
Este salto en la percepción que nos lleva de la mente a la conciencia, hay que recordarlo, no es absolutamente nuevo, sino que existió en todos los tiempos y en todas las edades, porque siempre existieron minoritariamente los hombres de poder, chamanes, sabios y místicos que supieron desligarse de la mente y de los sentidos para experimentar su dimensión trascendente, lo que ocurre, y esto sí que es nuevo, es que hoy en día lo que fue privilegio y reducto de pocos se ha hecho permeable para una ingente cantidad  de seres humanos, ya que la masa crítica que nos hace evolucionar como especie hacia mayor conciencia se ha ido imponiendo al hombre exclusivamente racional. Y esto hace que la conciencia del absoluto, de lo Uno y la unidad empiece ya a formar parte de nuestra comprensión de la realidad. Llama la atención lo poco que le cuesta a la gente entender estos términos y su implicación en nuestras vidas.

            De hecho, hoy, Dios como la Realidad o Lo Real, Lo que Es y el Ser ya son asumidos e integrados fácilmente por nuestras mentes, porque a todos se nos hace evidente intuitivamente que sólo hay una Realidad, una sola Existencia, un Uno sin segundo, y que eso lo es todo, está en todo, vibra en todo, y, más aún, siendo no solo el mismo vibrar sino ese Fondo sin Origen que todo lo produce y del que todo emana. El Fondo sin Fondo que es la misma Presencia siempre.

martes, 30 de mayo de 2017

Dios, palabra modelable y de múltiples interpretaciones.

           
Tal vez sea la palabra más usada de la historia, la más traída y llevada, utilizada y esgrimida bajo miles de banderas distintas, ideologías y religiones, grupos de personas e individuos dispares. Palabra con poder y diríamos que en sí misma talismán por la infinidad de pensamientos e ideas que la han alimentado y por la que se ha luchado, muerto y matado. Palabra que ha servido tanto para unir como para dividir, para amar como para odiar, discriminar y señalar; y por todo eso la palabra más contradictoria, enigmática, maleable, indiferente a sus usos y a la vez, por lo que se ve, tan necesaria, aunque sea, incluso, para denigrarla, pisotearla y rechazarla, o todo lo contrario: para invocar su poder, su fuerza, compasión o misericordia, su auxilio, apoyo y bondad. Testimonio de esto que decimos es que por doquier encontramos personas que se llaman creyentes frente a otras que se califican de ateas o agnósticas, musulmanes por un lado, católicos por otro, budistas, hinduistas, y así un largo etcétera de religiones con sus correspondientes sectas y facciones.
            Por todo eso, hablar hoy de Dios, así, con esta palabra, resulta muy difícil, si no imposible y desde luego muy arriesgado, en la medida en que nadie sabe exactamente lo que cada uno está interpretando al escucharla, de modo que lo fácil es que todo se esté tergiversando. Así que uno con la intención de liberar de la carga tan variopinta que tantas proyecciones humanas le han puesto tiene que optar muchas veces por vocablos más genéricos, menos usados, tendenciosos y manipulados, más asépticos y precisos, lo que no siempre resulta eficaz ni del todo acertado porque aquello a lo que uno se quiere referir parece evadir siempre cualquier intento de definición, exactitud y concreción.
            No, la palabra, pues, no es el problema, sí que lo es en cambio para nuestras mentes aquello que todos los seres humanos por una necesidad compleja y universal parecen sentir, necesitar, buscar y anhelar y que luego se quiere traducir a nuestro lenguaje y racionalidad. Y, entonces, nos damos cuenta de que las palabras para esto no sirven, pues sólo son como dedos o flechas queriendo señalar lo que cada cual subjetivamente y a su modo entiende. Pero lo curioso y extraño al mismo tiempo es que todos parecen mirar hacia “lo mismo”, como si existiese un magma de realidad inasible y magnética que nos atrajese a todos, aunque luego cada cual vea algo distinto al que está a su lado, como si lo intuido, vislumbrado o deseado tuviera la virtud de ser todo y nada a la vez, al gusto y necesidad podríamos incluso decir de cada uno y a su servicio.
            Al final, uno se da cuenta, llega a la conclusión o entiende que el problema verdadero que esta palabra encierra tiene su origen no en aquello a lo que se quiere referir sino a las mentes que interpretan, pues si la palabra existe es porque lo señalado es real, a pesar de que nadie sepa lo que es porque sólo sea “visible e inteligible” para eso tan sutil como es el “corazón” o sentir interior. Y es que, nuestras mentes, esclavas de su propio desarrollo y forma de apropiarse de lo observado todo lo trastocan, rompen en mil pedazos, lo estructuran y, por supuesto, lo deforman hasta ofrecernos realidades paralelas que ya nada tienen que ver con la verdad original. Y esto encierra un peligro muy grande, en la medida en que se puede llegar a formar una idea que encumbrada por muchos termina siendo el ídolo al que adorar, seguir, y en nombre del cual formar hasta religiones. Y esto sí que es grave, puesto que llegados a un punto puede ser más importante lo construido que la original chispa de comprensión, sentir y luz que un día se experimentó.

            De ese modo, la palabra “Dios” se puede haber quedado en un invento más de los muchos que la humanidad crea como juego para distraerse o para compensar sus angustiosas soledades, miedos y desesperanzas. Por eso es por lo que uno de cuando en cuando prefiere pararse y mirar, mirar dentro de sí para recobrar la frescura original y prístina, lo real que detrás de aquella palabra se esconde y que en el fondo de todos nosotros late sin cesar.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Meditación y poder interior.

Para mi meditar es entrar en contacto con mi verdadero ser, lo que significa dejar de lado los personajes que interpreto a lo largo de la vida y quedarme con la verdad real de lo que Yo Soy. Meditar entonces deja de ser para mí un acto mecánico o rutinario, es más, trasciende la misma técnica que pueda utilizar para convertirse sobre todo y ante todo en un acto relacional, y más concretamente en un acto de amor en el que se tiene muy presente al ser amado sin el cual la meditación, tal y como yo la experimento dejaría de tener sentido. Y aquí el ser amado es el ser presentido,
A través de la meditación me encuentro en presencia y en conexión vivida y sentida con la Presencia que es lo que Yo Soy, o sea, mi ser, y lo hago a través y teniendo en cuenta todas sus facetas y dimensiones: primero como luz radiante, inteligencia pura y sabiduría que todo lo desvela y transparenta, luego como amor gozoso, alegría sin objeto y fuente de toda felicidad, y finalmente como energía, fuerza y poder sin límites capaz de crear, transformar y vivificar la realidad toda. De este modo, en un diálogo íntimo me apropio porque lo soy de toda esa riqueza con la que me identifico y en la que me fundo en la unidad del ser que Yo Soy.
Es así como extraigo no sólo todas las cualidades esenciales que están en la fuente de mi existencia y vivir, sino que además me convierto en la fuerza y el poder que ellas en sí mismas son. Y es así como veo nacer en mí el verdadero poder de afirmación y el verdadero poder de ser que no nace como el poder que podríamos calificar del ego o mundano de las posesiones, prácticas personales o los privilegios de unos sobre los otros. Este poder interior al que nos estamos refiriendo es un referente universal que está al alcance de todo  aquel que con amor y entrega se abre a su ser superior, al Yo espiritual y divino, al verdadero Yo Soy, que sólo está aguardando desde toda la eternidad, el momento de nuestro despertar para que nos fundamos en él.
La fuerza y el poder que ello nos va a aportar es lo que convertirá definitivamente nuestras vidas en medio de realización, de expansión de la conciencia y de servicio al Plan Divino de Luz y amor para la Tierra.


lunes, 22 de mayo de 2017

Amor a uno mismo. La autoestima basada en el ser.

Si fuera de nosotros, como todo lo indica, proyectamos nuestro mundo interior, la única posibilidad real de vivir en armonía y amorosamente con los demás, es lograr previamente eso mismo en nosotros. Y no hay mejor forma de alcanzar esto que a través del autoconocimiento que nos pone en contacto con nuestro verdadero ser. La razón es sencilla: quienes se reconocen en lo que son descubren inmediatamente que nuestra esencia es de puro gozo, de pura luz y claridad, de pura energía sin límites. La consecuencia a la que esto nos lleva es obvia: el amor hacia uno mismo surge espontáneamente, más aún lo vemos como una condición natural de nuestro ser, ya que instalarnos o conectar con nuestro ser es conectarnos con la fuente del amor.
Dicho lo cual, es fácil de comprender que la autoestima, para que tenga un fundamento real y estable se ha de basar en la conciencia de lo que somos,- puro amor y gozo, pura inteligencia y sabiduría, pura energía y fuerza-, que es lo único que de verdad puede desmontar y deshacer todas las falsas ideas e imágenes sobre nosotros mismos que son las que hacen que nos veamos como carentes de algo, necesitados de algo, imperfectos o teniendo que hacer méritos para adquirir o poseer el valor para ser estimados o queridos.
La autoestima que se pretenda fundamentar y apoyar en los logros, en los objetivos o en las posesiones, ni siquiera en el desarrollo de nuestras capacidades, a la larga nunca será efectiva ni se mantendrá, ya que todo objetivo o nivel alcanzables siempre serán revisables, superables por otros nuevos, comparables y, por lo tanto nunca suficientes y, más pronto o más tarde insatisfactorios. La alternativa, pues, como señalábamos antes, consiste en la conexión con nuestro ser, o sea, la experiencia de sentir y vivir lo que por nosotros mismos ya somos, que en sí mismo implica perfección, plenitud y valor infinito, que es lo que se vive cuando uno libre de pensamientos erróneos, de identificaciones falsas y de proyecciones equivocadas se encuentra con la desnudez de su ser: pura alegría, puro gozo, puro amor, pura plenitud y poder interior sin límites.
No significa esto que uno se quede entonces extasiado en una parálisis mística o algo parecido, sin moverse para nada hacia el exterior y disfrutando de ese sentir. Porque esto no es el movimiento natural del espíritu, como de hecho lo vemos reflejado en el universo y en todos los niveles de su manifestación. Todo es por doquier vida manifestándose de múltiples formas y maneras. Todo es energía moviéndose y plasmando el infinito potencial de Dios. Pues lo mismo cada uno de nosotros: el autoconocimiento de nuestro ser aportado por la visión interior y la experiencia esencial de lo que él es hace que aflore un amor y una dicha antes jamás imaginados, pero eso mismo tiene un segundo movimiento que consiste en la expresión y plasmación en el exterior de lo que él representa como energía y poder, como amor y gozo, como sabiduría e inteligencia. Y al ver esto y comprenderlo, sabemos de inmediato que la autoestima verdadera, que coincide con la experiencia plena de ser, además del movimiento primero de autocontemplación de lo que somos, nos impulsa en un segundo movimiento de expresión de todo nuestro potencial, que cada sujeto individual manifiesta genuinamente según su particular proyecto existencial y espiritual que coincide con lo que el alma de cada cual pretende conseguir en la vida y para los demás, como parte de su propósito y sentido. Es decir, no podría haber una verdadera autoestima, ni un verdadero amor hacia uno mismo si uno no ve reflejado en el exterior toda su riqueza interior en forma de creatividad o de realización dentro de las mil formas y expresiones que la vida nos ofrece.  
  


sábado, 20 de mayo de 2017

Existe un Plan que nuestra alma va siguiendo.

Aparentemente la vida sigue los patrones que los seres humanos le vamos marcando en función de nuestros conocimientos, esfuerzos, resistencias y voluntades. Todo parece ser obra de nuestros planes particulares o grupales, como si nuestros intereses “personales” o “sociales” lo dominasen todo. Pero no es así como son y suceden las cosas si uno las contempla desde el mundo del espíritu, del alma o del ser en el que todo sigue fines que poco o nada tienen que ver con los objetivos que el mundo del ego o “superficial” se plantea. Y esto es fácil de concebir y de ver cuando uno comprende que la base y la raíz de todo es el personaje, ni las formas colectivas externas sino el espíritu o esencia de la realidad toda, que en su absoluta libertad, sabiduría y poder organiza, diseña y crea estas realidades que como humanos y expresión suya experimentamos. Pero no se trata de una experiencia carente de sentido, en absoluto, sino que está organizada en base a todo un proyecto evolutivo de la conciencia  que se realiza a través del alma o dimensión que se desarrolla y crece de nuestro ser.
Este desarrollo y evolución del alma no es caprichoso sino que está absolutamente “pensado” desde la inteligencia divina que todo lo envuelve y nutre, o lo que es lo mismo: este desarrollo sigue una dinámica lógica, -la lógica del espíritu-, que partiendo de la absoluta ignorancia u olvido de nuestro ser de lo que es su esencia (esto es la involución divina) camina a través de acontecimientos y vidas (esto es la evolución) hasta el origen en conciencia de lo que siempre fuimos, y ello es lo que significa Despertar a la totalidad divina de la que formamos parte y en la que somos. Y para que esto se dé hay lo que llamaríamos un Plan, el plan divino dentro del cual nos vamos a mover, experimentar y existir.
El que diseña el plan para nuestra alma es nuestro propio ser, él traza el camino así como los infinitos guiones posibles dentro de los cuales movernos para que esto suceda. Y ¿qué es lo que hace el alma?, pues seguirlos, sólo eso. La auténtica libertad aquí es la de nuestro ser y el asentimiento que como almas hemos dado para seguir y amoldarnos al plan. Esto es lo que todos hacemos, y esto es vivir: reproducir el plan de nuestro ser hasta recordar nuestra identidad esencial y vivirnos a partir de entonces creatívamente como tal identidad. Mientras tanto, la llamada libertad de los egos es sólo un mito, una falacia, pues los egos son esclavos de fuerzas, energías, acciones y dinámicas muy complejas (las gunas dicen en oriente) que los atan y condicionan en todas sus expresiones. Por eso hablar en ese sentido de culpa y de cosas parecidas cuando nos contemplamos como egos no tiene ningún sentido sentido (todo sigue la voluntad de Dios o del espíritu: “ni un solo cabello se cae sin que la voluntad de Dios lo desee” ¿por qué lo olvidamos?)

Cuando sabemos que estamos realizando el plan que nuestro ser ha trazado, toda cobra un gran sentido, hagamos lo que hagamos y sea lo que sea que experimentemos, pues todo nos está llevando al despertar a nuestra verdadera identidad y a la vida real, la vida que todos aspiramos a vivir. Es así como el Plan se cumple y la vida divina se realiza.   

viernes, 19 de mayo de 2017

DESCUBRE TU PROPÓSITO FUNDAMENTAL Y ENTRÉGATE EN CUERPO Y ALMA A ÉL

Todos tenemos un propósito fundamental en nuestra existencia. Todos tenemos una motivación profunda que es la que nos ha traído a nacer. Todos tenemos una dirección sutil que desde que nacimos nos está conduciendo hacia el mismo punto. Lo podemos ver y descubrir si miramos atentamente nuestra vida, si observamos la inclinación más genuina que hay detrás de nuestros actos y de nuestros esfuerzos. Existe una voluntad superior en cada uno que sólo se sacia en la medida en que nos entreguemos a ese propósito o vocación esencial que en cada uno se quiere realizar. Es maravilloso caer en la cuenta de ello y, viéndolo, a partir de entonces poner a su servicio todo nuestro corazón nuestra inteligencia, nuestra voluntad y energía, todos nuestros esfuerzos. A partir de entonces estaremos viviendo realmente, habremos entrado en contacto con la tarea que nuestro ser se ha propuesto alcanzar, y entonces nuestra alma habrá abierto definitivamente las alas que le lleven a
experimentar la plenitud del vivir con sentido y la alegría  de ver el modo como nuestro ser se expresa en nuestra vida.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Cada uno determina cómo se quiere sentir y vivir. El poder del pensamiento.

Cuando uno mira detenidamente en su interior y se coloca allí, en lo que es, lo que encuentra y vive es paz y armonía, alegría y gozo, plenitud total. Todo problema desaparece, toda inquietud se anula, no hay ansiedad alguna, ni miedos, ni ausencia de amor, todo lo contrario: se experimenta una inmensa dicha. Porque nuestro ser es precisamente todo eso. En cambio, somos nosotros los que posteriormente, separándonos y olvidándonos de nuestra verdad, alejándonos de ese fondo, decidimos y decimos si estamos bien o no, si nos falta algo para ser felices o para sentirnos en paz. Parece muy simple, pero es así. Sentirnos bien o mal depende sólo de una decisión que está en nuestras manos tomar y que, aunque nos parezca extraño, no va ligada necesariamente a lo que nos venga del exterior.
Todos vivimos la vida que vivimos o hemos vivido, y es como ha sido, como es; ahora bien, la interpretación que le queramos dar a esa vida o a este mismo momento sólo depende de nosotros, de nadie más, no importa dónde nos hallemos ni lo que esté sucediendo, ni lo que tengamos o no, porque ahora, sobre todo eso podemos poner una mirada u otra muy distinta. De nosotros depende poner la mirada de víctimas o de personas con poder, de triunfadores o de derrotados, de pobres o de ricos, de afortunados o de desdichados, de personas con sentido o sin él. Esto, que parece tan simple, es así como funciona, porque la realidad en sí misma es neutra y el cómo la vivimos sólo depende de nuestro pensamiento.
Cada uno es libre de pensar como quiera, y nadie nos puede robar el poder de interpretar la realidad o de verla con unos o con otros ojos. Se nos pueden robar ciertas cosas o imponer otras, pero nadie nos podrá nunca imponer ni robar nuestra mirada ni nuestra visión e interpretación de lo que hay, ni de lo que somos. Perdemos el poder el día en que nos miramos a través de los demás o cuando asumimos las miradas de otros sobre la realidad. Si quieres creerte y asumir la visión de que “polvo eres y en polvo te convertirás”, como algunos dicen, pues esa será tu decisión y eso experimentarás, pero si, en cambio, asumes y creas, porque en tu poder está, tu propia visión, como la de “luz soy, conciencia viva y radiante, y es eso lo que experimentaré y viviré siempre”, pues eso será lo que sucederá para ti.
Nadie nos puede robar el poder sobre nuestros pensamientos que son los creadores de cómo nos experimentamos. Alguien se inventó un día la peor de las mentiras y de las infamias al decir que la humanidad partía de un “pecado original”, y dejó entre nosotros ese pensamiento, origen, este sí, de tanto sentimiento de culpa y de merecimiento de infelicidad. La humanidad, como tu ser, es, como decíamos antes, puro gozo, pura bienaventuranza, pura paz. ¿Por qué, pues, permitir que tus interpretaciones, versiones sobre ti mismo, y tus pensamientos creen sobre tu verdadera realidad una realidad falaz? Date cuenta de que el verdadero poder radica en ti, en el reconocimiento de lo que eres. Lo que eres es real, pero los pensamientos los ponemos nosotros, elegir unos u otros está en nuestras manos. No hay que olvidar nunca que según sean nuestros pensamientos así será como nos viviremos y esta será la versión de nosotros que estaremos creando.


martes, 16 de mayo de 2017

Nuestro ser o alma. Rastreando hacia el fondo, hasta nuestro Yo Soy.

Se trata del fondo original, aquello que no varía, lo sustancial y de lo que todo surge de cuanto en él hay. Da vida o anima a toda su manifestación, del tipo que sea. En el caso del ser humano toda expresión nuestra, del alma nace, ella es su motor, su contenido y lo que le da forma. Podemos llegar a nuestra esencia si rastreamos hacia el origen o fondo, siguiéndole la pista a cualquiera de nuestras manifestaciones inteligentes, de energía o de sentir. En nuestros actos hay conciencia, inteligencia, e intención, hay también voluntad, querencia y sentir, además de energía y fuerza. Todo eso emana del mismo centro, del mismo foco. Un foco que se resume, porque la es, como conciencia.
¿De dónde emana la conciencia? Indaguemos, ¿hay algo anterior a la conciencia?, ¿puede de la inconsciencia surgir la conciencia? No puede existir nada anterior a la conciencia. La conciencia no tiene un origen anterior. La conciencia es el origen, es nuestro ser. Nuestro ser es una conciencia particular individualizada. Lo podemos ver. Si esa conciencia desaparece desaparecemos nosotros, ¿no es cierto?. Al principio, -es un modo de hablar-, todo era conciencia, sólo la Conciencia Una existía. Y la Conciencia Una se multiplicó en infinitas particularidades, y cada individuo es una de esas particularidades. Eso somos. Nuestro Yo Soy es conciencia. Podemos ir a ella; vayamos hacia “detrás y al fondo” de toda manifestación nuestra, ¿y qué hallaremos?: conciencia. La intuición nos lleva, el sentir que sale de lo que es, de lo que somos nos conduce allí. Es un clic lo que hay que hacer y nos reconocemos-encontramos en eso.

¿Y qué decir de nuestra inteligencia y de sus formas de expresión?, ¿de dónde salen? Más allá del mecanismo, más allá de sus instrumentos neuronales y cerebrales de los que se sirve, rastreemos el fondo de esa inteligencia, vayamos al foco que la produce. Y nos encontramos con la misma conciencia. La conciencia es el punto focal de la inteligencia y de todo lo que con la inteligencia hacemos, como razonar, recordar formarnos una idea de nosotros mismos…Y lo mismo ocurre con el sentir en cualquiera de sus manifestaciones de amor, alegría, gozo, etc..Y otro tanto diremos de la energía que en todo empleamos. Todo nos conduce siempre al mismo centro de conciencia-inteligencia-sentir-energía-existencia. Eso es lo que Yo Soy, y ese Yo Soy que todo lo sustenta es mi ser o mi alma. Mi alma es una forma particularizada de esa conciencia, por eso podemos hablar de mi alma y de tu alma, de cada alma. No hay una sopa indiscriminada de almas, aunque en el fondo, -paradojas de la conciencia-, nos podemos sentir a la vez Uno con las demás almas y decir aquello de que “más allá de mismo también soy yo”.

sábado, 13 de mayo de 2017

¿Podemos constatar por nosotros mismos la realidad de nuestra alma?

Está a nuestro alcance determinar con claridad el perfil concreto de nuestra identidad como egos ligados a un cuerpo mente; esto a todos nos resulta relativamente sencillo y claro. Podemos así, enumerar un listado de cosas que nos caracterizan y que definen nuestra personalidad y nuestro carácter como sujetos individuales y concretos: nombre, familia a la que pertenecemos, sexo, historia particular, profesión, estado actual: casados o no, hijos, costumbres, hábitos, aficiones, habilidades, deseos, temores, rasgos psicológicos que más destacan en nosotros, creencias, ideología política, etc.. Y esto es lo que hace que nos veamos e identifiquemos en el mundo y ante los demás. Así es como tenemos un perfil como “personas” o lo que es lo mismo como personajes. De esto nadie duda.
            Pero, aunque es verdad que lo que crea todo esto no es un motor o un mecanismo biológico sino nuestra propia alma que precisa de todo eso para estar, crecer y expresarse, es difícil aún que nuestra conciencia egótica lo distinga y vea así. De hecho, normalmente no se ve  de esa manera. Pero ¿cómo podemos constatar que esto que decimos es así y que nuestra alma es algo real y presente, siendo el verdadero protagonista de nuestra vida? He aquí algunas de las claves que, si las distinguimos en profundidad y las podemos ver, nos llevarán a la evidencia de que somos almas, y más que esto:
-        Todos tenemos un nivel de conciencia como seres.
-        Todos tenemos un nivel de conciencia como almas.
-        Todos tenemos un grado de desarrollo de las cualidades esenciales de nuestro ser (amor-felicidad, inteligencia-sabiduría, energía creativa-poder) que independientemente de nuestra historia actual, trajimos al nacer.
-        Todos tenemos un proyecto-propósito esencial en nuestras vidas que cumplir en esta encarnación.
-        Todos tenemos un sentido profundo que marca la dirección fundamental de nuestra vida.
-        Todos tenemos unas tareas concretas que sentimos que debemos de cumplir y realizar.
-        Todos tenemos un instinto muy profundo de perfección o realización que es el motor de nuestro vivir.
-        Todos tenemos un sentido muy hondo de orientación que nos guía en la dirección de todo lo anterior.
Todo esto no lo captamos a través de nuestra mente sino de un nivel más hondo, de nuestro sentir (nuestro corazón), nuestra visión o percepción interior, o lo que es lo mismo: nuestra intuición. Investigando e indagando en ello, mirando dentro de nosotros, descubriéndolo y constatándolo es como se va haciendo más y más presente y evidente que nuestra alma, que es el foco a través del cual todo esto se concreta e individualiza, es real y consustancial en nosotros. Así es como pasamos de nuestra identidad egótica ligada a la personalidad cuerpo-mente a una comprensión e identidad de nosotros más profunda y real: nuestra identidad espiritual como almas.

        

viernes, 12 de mayo de 2017

NIVEL DEL ALMA DESPERTANDO. (Yo espiritual despertando)

No es que el ego desconectado del alma y del ser haya desaparecido, está ahí del todo, a veces incluso con más fuerza que antes. Pero ya existe un impulso y un deseo interior que es diferente del que dominaba el mundo de ese ego. Ahora existe una preocupación clara por el más allá de la muerte, por comprender lo que nos está pasando, se busca el significado de lo que hacemos y de nuestras relaciones, hay un deseo de comprensión sobre la evolución de nuestras vidas, la intuición empieza a ocupar un lugar más importante que antes y presentimos que somos algo más que el cuerpo y la mente. Desde esta nueva perspectiva que va surgiendo en nosotros, la visión plana y egótica que antes presidía nuestra existencia (vivir adaptados, protegernos, triunfar, calidad de vida, etc.) adquiere un relieve de profundidad característico: nos convertimos definitivamente en buscadores de la verdad y de la realidad sobre nosotros, el mundo y el universo. No es que uno se tenga que ir a ninguna montaña, ni que tenga que prescindir de sus cosas, nada de eso, la vida continúa, más o menos como antes, o no, eso ya depende de cada cual, pero ahora queremos saber, estamos comprometidos con nuestra verdad. Y todo eso sucede porque un nuevo nivel más desarrollado de nuestra alma, ahora más ligada a la conciencia se está haciendo presente. Porque nuestra alma está empezando a despertar, y un nuevo sentido de identidad o de yo más interiorizado, menos mental y emocional, está surgiendo.

¿Y qué hacemos con nuestros problemas, con las dificultades, con las dudas?  Mirarlos simplemente, darnos cuenta de que están ahí, experimentarlos y dar la respuesta más inteligente e integral que podamos y sepamos dar. Con una particularidad, ahora incorporamos que los problemas están ahí para aprender, sacar nuestro potencial afectivo, intelectual y energético, sólo parea eso, porque lo importante ahora ya no es el problema  en sí, sino el significado que tiene para mí, a donde me lleva y en qué me hace crecer. Eso es colocarse en el nivel del alma despertando y entrar en la dirección del despertar a lo que se es. Porque el alma despertando empieza a ver que todo es como un teatro, por muy aparatoso que sea lo que se nos ponga delante. Y que lo verdaderamente real es aquello que me ha traído a vivir: evolucionar y despertar hacia la conciencia de ser, de ser un centro de luz y de poder, de amor y de sabiduría. Todo lo demás es pura parafernalia, sólo eso.



jueves, 11 de mayo de 2017

UN MAPA DE NUESTRA IDENTIDAD REAL: EL NIVEL CUERPO-MENTE

Para cualquier cosa necesitamos una guía, un mapa o un plano. Para algo tan sencillo como montar un armario te dan un plano, si es para moverte por una ciudad lo mismo, y si se trata de viajar por un país se nos hace indispensable. En cambio, cuando se trata de nosotros mismos, funcionamos con mucho desconocimiento, despiste o desorientación, y en el peor de los casos de forma caótica. Qué menos que poseer una mínima idea mental sobre lo que somos, nuestra estructura integral, sobre lo qué esta moviéndose en cada momento y el papel de cada uno de nuestros niveles de realidad. No tener un mínimo de conocimiento sobre nuestra identidad global puede hacer que nos confundamos
a la hora de colocar y valorar lo que nos sucede, y eso, de un modo u otro nos trae sufrimiento.

Aquí ofrecemos un esquema muy sencillo pero que puede sernos de mucha utilidad. Está extraído de la propia observación y de la indagación interior. En él podemos colocar y reconocer toda la manifestación de nuestro ser:

a) NIVEL CUERPO-MENTE: (el ego físico-mental). Contiene, por una parte, todo lo que tiene que ver con nuestra dimensión física, o sea, todas las experiencias que a través del cuerpo y sus sentidos experimentamos, y, por otra, los funcionamientos y contenidos mentales con sus correlatos emocionales y sentimentales. En este nivel disponemos de un ego o un yo mental formado por todas las ideas que tenemos sobre nosotros mismos, que se estructuran en torno a un personaje, el que interpretamos y del que nos servimos en cada momento. Este yo mental nos sirve para afirmarnos frente a los otros yoes con los que convivimos y para cogernos a una identidad que nos oriente y sitúe en el mundo. En este sentido, es un yo necesario y no tenerlo nos llevaría a una crisis de identidad muy grande y a la locura.

Este nivel cuerpo-mente siendo fundamental para funcionar en el mundo y para relacionarnos, no es el más importante. El problema de este nivel es que ha pretendido hacerse autónomo, ha creído ser autosuficiente y ha hecho de sí mismo un fin. Ha convertido el cuerpo y la mente racional en verdaderos emperadores de la existencia. El ego así formado se ha sentado en el trono físico mental,
perdiendo absolutamente la perspectiva de lo que es y para lo que evolutivamente se creó: ser un instrumento y soporte para que una dimensión más real y profunda de nosotros mismo realizara su función, nos estamos refiriendo al alma, de la que debería ser no su patrón sino su servidor.

Este ego físico mental ha sido necesario crearlo y desarrollarlo, pues sin él nuestras funciones superiores como las de la intuición, la visión directa, y la conciencia pura de ser carecerían de anclaje y referente individual sólido, y además sin él tampoco sería posible que cada foco individual de conciencia que es lo que somos desarrollara y expresara creativamente todo su infinito potencial. El problema, ya lo hemos dicho, aparece cuando este yo empieza a funcionar para sí mismo e independiente del fin para el que nació. Este es el pozo sin salida, también sin sentido, así como el conflicto en el que se hallan todas las formas egóicas, racionalistas y materialistas que suprimen su dimensión superior, un pozo que lo es por haber cortado en sí mismo su perspectiva evolutiva dentro de la aventura del ser.
(continuaremos en el próximo escrito
NIVEL DEL ALMA (ego espiritual))


lunes, 8 de mayo de 2017

VER LO REAL Y LO QUE SOMOS SIN MENTE.

La mente que tan útil suele ser para tantas cosas, se convierte en un verdadero obstáculo cuando de lo que se trata es de encontrar nuestra naturaleza esencial y el sostén de nuestra existencia. La mente que tan sólo es un instrumento de nuestra alma ha pasado a ser en la mayoría de los casos el protagonista principal de nuestras vidas, de modo que es a ella a la que recurrimos constantemente y por la que nos dejamos llevar. Pero la mente tiene un problema y es que sólo sabe manejar información, recoge datos y los estructura y ordena. La mente no sabe, la mente no siente, la mente no ve, la mente ni siquiera descubre. Esas funciones no le pertenecen, y por eso si nos subimos a su carro para las cuestiones esenciales de nuestra vida como son el sentido, lo que somos, nuestro origen y destino sólo nos va a aportar dudas, vacíos, sequedad e inseguridad. Nuestro ser, lo que somos sí sabe, sí ve, y en él todo lo oculto se desvela  y todo misterio se ilumina. La vía hacia el ser no es la mente sino la escucha sin mente, no es el razonar sino el contacto directo con lo que es. Aprender a mirar y ver sin mente y a sentir sin razonar es un camino que está abierto y a nuestro alcance, sólo hace falta ejercitarnos un poco en él hasta que sea algo natural y simple, como lo que es.

TU AUTÉNTICA NATURALEZA

Vivimos inmersos en lo Real, es más que eso aún: somos lo Real siendo y existiendo como nosotros. Esa es nuestra auténtica naturaleza. La gente busca el sentido de su vida o busca a Dios, y todos de un modo u otro buscan la esencia de las cosas que nos de seguridad y plenitud absolutas. Y para hacerlo nos esforzamos con la mente o yendo de un sitio a otro con la pretensión de que tal o cual cosa nos dará lo que buscamos. Vamos así recogiendo y acumulando fracaso tras fracaso y frustración tras frustración. Sin darnos cuenta de que lo que buscamos ya lo tenemos y lo tenemos porque lo somos.
La alegría es nuestra naturaleza esencial, el gozo que anhelamos es de lo que estamos hecho. Somos lo que buscamos y no lo vemos de tan evidente que es. Somos la misma Vida. Somos la Realidad misma que ahora en este instante respira a través de nosotros y es a través de nosotros. Solo hace falta caer en la cuenta de esto tan sencillo, y tan evidente. Y caer en la cuenta sólo implica un gesto, sin esfuerzo alguno, algo así como cuando se percibe la brisa que acaricia nuestra mejilla, la mente no sirve para esto, sólo un gesto de lo que eres...Y ya estás allí.