Aquí
donde uno está, en este preciso lugar, en este momento, con este cuerpo y en
estas circunstancias, miremos hacia donde miremos, nos sintamos como nos
sintamos, creamos lo que creamos y pensemos lo que pensemos hay un hecho que es
indiscutible, evidente, invariable, común para todos, y ese hecho se llama la
pura existencia, el hecho de existir, la existencia en sí o, simplemente La
Realidad. Por dentro y por fuera, arriba y abajo, detrás y delante, sólo hay
Realidad.
Si nos desplazamos ahora mismo a otro punto del planeta
nos vamos a encontrar más allá de las variantes que puedan existir del tipo que
sea: cultural, filosófico, religioso, político, físico, orográfico, artístico,
lingüístico, etc., nos encontraremos con lo mismo que aquí y ahora: realidad.
Pero si vamos a la luna, o a marte, más allá incluso de nuestro sistema solar,
de esta galaxia y también de nuestro universo vamos a hallar lo mismo y siempre
común: la realidad.
Y pasará idéntica cosa si traspasamos el velo que separa
el plano físico del espiritual y nos encontramos en una realidad donde nuestros
cuerpos son espirituales o de otra densidad. Siempre encontraremos lo mismo: la
realidad, no veremos más que realidad, con formas y circunstancias diferentes,
pero siempre la realidad. Realidad en todo tiempo, momento y lugar, realidad
inundándolo todo, siéndolo todo, manifestándose en todo, encontrándose en todo,
conteniéndolo todo, sin que tengamos posibilidad alguna de alejarnos o de separarnos
de ella. ¿Es maravilloso, no?
Existe un lugar en la Antártida, en el cual durante
ciertas épocas del año hay a disposición de turistas y visitantes un
restaurante que es todo él de hielo: sillas de hielo, camas de hielo, paredes
de hielo, puertas y ventanas de hielo, barra del bar de hielo, todo de hielo,
sólo existe la realidad hielo, como en lo que decíamos antes y en general: no
hay más que realidad y todo hecho de realidad: el universo y todo lo que él
contiene hecho de un único material: de realidad. Realidad que como ocurre con
el hielo del restaurante tomará infinitas formas y se mostrará en infinidad de
aspectos, pero todo en definitiva sólo siendo y estando como y en la realidad.
Realidad que es Una, la misma en cualquier parte, dimensión, momento o lugar:
realidad.
Ocurre que de tan evidente y accesible que resulta esto
que decimos se nos escapa continuamente, de forma que en vez de estar
experimentando, sintiendo y saboreando constantemente la realidad andamos
perdidos en las formas, en las ideas, los conceptos y en los nombres de las
cosas. La silla frente a la mesa, mi casa frente a la tuya, yo frente a ti.
Olvidados de la realidad fundamental que a todos nos une y en la que todos
somos, nos hemos perdido en un mar de separaciones y de dualidades: negros y
blancos, mujeres y hombres, europeos y asiáticos, terrestres y extraterrestres,
materiales y espirituales, etc, sin percibir lo más real de todo: la realidad.
Realidad que todo lo sostiene y que nos sonríe cada vez que consciéntemente
observamos algo sin pensamientos, cuando contemplamos las cosas desde la
contemplación misma y nuestro yo personal está silenciado. Realidad que todo lo
aproxima y lo une en ese espacio común y mágico donde el hecho de darnos cuenta
está desprovisto de recuerdos y de comparaciones, de juicios y valoraciones,
sencillamente cuando nuestro ser lo es todo en el instante contemplativo.
Entonces la Realidad es experimentada como Presencia Viva y Gozosa, Pura
existencia. Donde ponemos Realidad vale también poner Dios, Espíritu, la
Conciencia, el Todo Uno…
Esta Realidad no posee
nombre ni forma, nuestra mente no la entiende ni la abarca, nada la percibe, no
es cosa alguna, ni persona. Su esencia lo contiene todo, tanto lo cognoscible
como lo incognoscible. No es ni esto, ni esto, ni esto, ni esto, nada que se
pueda señalar o nombrar es, por eso algunos la llaman Nada o Vacío, y es que
está más allá de cualquier algo. La inabarcabilidad de su infinitud hace que no
se pueda relacionar con nada. Para la mente es nada, aunque para el corazón lo
es Todo.
Cada punto de la realidad es la Totalidad de la Realidad
misma. Por eso, en cualquier parte a la que nos dirijamos la Presencia total de
la Vida divina se nos muestra sin fraccionamiento y entera.