Extraviados, perdidos, en realidad proyectados fuera
de nosotros,
Lo que somos quedo fundido, mezclado con cada cosa
del exterior a nuestro ser.
Así es como la conciencia, que es nuestra identidad
básica y real,
Fijó su atención en el afuera de sí: el mundo, el
cuerpo, la mente, la personalidad,
Y, como resultado de ese movimiento: conciencia y
mundo, conciencia y cuerpo,
Conciencia y mente, conciencia y personalidad
quedaron unidas, indiscriminadamente,
Hasta el extremo de que ambas realidades se redujeron
aparentemente a una.
Y la conciencia hipnotizada por la fusión perdió en
ella su realidad identitaria.
Así es como cada ser humano se olvidó de sí hallándose
obnubilado en lo que no es.
Luego, como se sabe, se inició el camino de regreso
al “Paraíso” perdido, tan añorado,
A la conciencia de sí. Y en esta tarea andamos
metidos, todavía.
¿Despertar, qué es entonces?: es recuperar esa
conciencia de ser lo que somos.
Y esto se consigue cuando la conciencia, que es
nuestra identidad real
Realiza el camino inverso al que en un tiempo
emprendió y que la llevó a extraviarse.
Ahora se trata, de que ella, que se proyectó fuera
fusionándose en lo proyectado,
Se reabsorba en sí misma, o sea, que vuelva su
atención hacia ella
Hasta el punto de autorreconocerse, de tomar
conciencia de sí en lo que es.
Cuando esto ocurre, entonces la consciencia se hace
autoevidente a sí misma
Y nos sabemos siendo ella como ella. Eso es Despertar.
Esto es algo muy grande y hermoso, puesto que, por
fin, sabemos quiénes somos.
Con lo cual, trascendemos definitivamente nuestro
cuerpo, mente y emociones,
Así como cualquier identificación errónea con cuanto
nos rodea y cambia,
Se vence por fin todo temor a la muerte, y empezamos
a vivir realmente y en libertad.