Los
cosmólogos, físicos y químicos tienen como uno de sus máximos empeños averiguar cuál
es el origen de la materia y de la vida. Para conseguirlo, se esmeran con
insistente y meticuloso esfuerzo, quieren encontrar el ladrillo básico y
fundamental de la misma, buscando así aquel tipo de partícula, o lo que sea,
que se pueda, por fin, presentar como el sustrato primigenio que la constituya;
de ese modo es como han conseguido aislar teóricamente decenas de partículas y
subpa
rtículas elementales.
Con
el fin de constatar esto experimentalmente se construyó el Gran Colisionador de
Hadrones, que es un acelerador y colisionador de partículas localizado cerca de
Ginebra que tiene como función colisionar haces de protones para examinar la
validez y límites del Modelo Estandar, que es el marco teórico actual de la
física de las partículas. Lo que en él se hace es chocar haces de protones a
una velocidad muy próxima a la de la luz (99,99%) con el fin de producir
eventos similares a los ocurridos después del Big-Bang. Se supone que así se
puede llegar a conocer algún día la composición esencial de la materia del
mismo modo como ya se ha llegado a descubrir el bosón de Higs.
Pero
uno intuye que así y con las correspondientes formulaciones teóricas que hacen
los físicos, se llegará muy lejos, es verdad, pero nunca lo suficiente como
para acceder al verdadero sustrato de lo que se puede entender como material, a
no ser que empecemos a verlo como algo muy distinto a como se ha concebido
hasta ahora. Y es que, tal vez, empecemos a darnos cuenta de que la materia no existe
más que como concepto nominal y como forma relativa, no esencial ni sustantiva de
las cosas.
¡La materia como la entendemos no existe!
Por
eso, el bioquímico Rupert Sheldrake,
el creador de la teoría de la “resonancia
mórfica” decía que : “hemos de tener en cuenta que
la propia materia, de acuerdo con la física moderna, no es más que energía
organizada en campos. Estos campos…constituyen su propia esencia y no cabe
establecer ninguna dicotomía entre campos y materia. Existen, eso sí,
diferentes niveles de organización de campos: los campos de partículas de
quantum están organizados por el campo atómico, después están los campos
moleculares organizando los átomos y los campos celulares organizando las
moléculas, y los campo de tejidos organizando las células…No es que haya nada
inmaterial organizando las partículas, es que no existe la materia, en sentido
tradicional” (F. Lopez-Seivane, entrevista a Rupert Sheldrake
“Candidatos a la hoguera”, edit. por “Más allá, libros.).
Está
diciendo, pues, Sheldrake que la esencia de la materia son unos campos de energía
que según cual sea su organización dan lugar a las diferentes expresiones de aquella
tal y como la conocemos. Parece muy inteligente esta interpretación y la
compartimos, siempre que se acepte a su vez la presencia de una sabiduría intencional,
sin la cual nada se entendería, la cual dirige y es causa, primero de la
formación de esos campos y a continuación del modo como estos se agrupan. De
este modo, estaríamos remitiéndonos a un Fondo o Foco más profundo desde el
cual todo se gesta y existe. Esa instancia en realidad está más allá de todo
nombre y de toda definición, aunque se le ha nombrado de distintas manera, como
“matriz divina” (Greg Braden), Campo cero, vacío cuántico, campo akásico (Laszlo),
Mente divina, etc.
La mente divina es la matriz de la materia.
Pero
para comprender mejor todo esto, nada mejor que escuchar lo que ya hace años,
en 1944, decía el premio Nobel de física Max
Planck, considerado como el padre de la moderna teoría cuántica, en un
discurso en Florencia cuyo título era precisamente el de “La esencia de la materia”. Estas eran sus palabras: “Como
hombre que ha dedicado toda su vida a la ciencia más rigurosa, al estudio de la
materia, esto es lo que puedo decirles sobre mis investigaciones sobre los
átomos: ¡la materia no existe como tal! Toda la materia sólo existe por virtud
de una fuerza que hace vibrar las partículas de un átomo y mantiene unido a
este diminuto sistema atómico…Debemos suponer que tras esta fuerza existe una
Mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda la materia.”.
Difícilmente
se puede ser más explícito. Planck está diciéndonos sin ambages que hay una
Mente creadora en el origen de la materia y que de esa Mente sale todo, y esto
lo dice después de precisar lo que ya decíamos antes: que la materia no existe
como algo independiente y autónomo. Ella es tan sólo una expresión de una
fuerza, y nosotros añadiríamos que también de un pensamiento y de una voluntad
que la organiza así, como la vemos, la descubrimos y la experimentamos:
vibraciones, cuerdas, partículas, átomos, moléculas, etc…
Difícil,
pues, después de esto establecer fronteras y diferencias radicales entre dos
mundos, el de la Mente-Espíritu por un lado, y el de la materia por otro. Y es que, como la araña extrae desde dentro de
sí los hilos con que teje su tela, del mismo modo la Mente-Espíritu-Dios extrae
desde su ser la realidad material manifiesta, que no es sino su propio ser
también a través de la forma, de las infinitas formas, es decir: lo divino
condensado, esta es la verdad de la materia, su esencia, o, dicho de otro modo,
lo material como un estado de Dios, y así todo, sin dejar de ser nada el Todo
Uno.
Esto,
que para quien lo escribe se trata de una profunda convicción, es, en
definitiva, lo que los grandes místicos de todos los tiempos han podido
experimentar y nos han transmitido, o sea: en el corazón de la Materia Lo
Divino, y esto, haciéndose presente y manifiesto en el Mundo. Pero, dejemos que
sean ahora las mismas palabras de nuestro admirado Teilhard de Chardin quien nos exprese cómo lo ve:
“A lo
largo de toda mi vida, por toda mi vida, el Mundo se ha ido poco a poco
encendiendo, inflamando ante mis ojos, hasta que en torno a mí se ha hecho
enteramente luminoso por dentro…Tal como yo lo he experimentado al contacto con
la Tierra: la Diafanidad de lo Divino en el corazón de un Universo que se ha
hecho ardiente…Cristo. Su Corazón. Un Fuego: capaz de penetrarlo todo, y que, poco
a poco, se extiende por todas partes”
Poco
o nada hay que añadir a esto último, tan sólo cabría, si acaso, ante semejantes
palabras juntar las manos y hacer una pequeña reverencia. Pranam.