Los investigadores
que rastrean nuestro origen biológico han encontrado, al parecer, pruebas, en
restos fósiles de la antigüedad, de cuatro razas presentes en la conformación
del ser humano, de las cuales tres de ellas serían conocidas e identificables
por nosotros, como es el caso de neandertales, homo sapiens y homo sapiens
sapiens, mientras que, respecto a la cuarta sobre la que permanecería la
incógnita, los más aventurados y abiertos apuntan, como ya en su tiempo lo hizo
Francis Crik, uno de los descubridores de la doble hélice del ADN, a la
intervención extraterrestre. Según esta hipótesis, cada vez más aceptable y
verosimil, seres procedentes del exterior habrían intervenido en nuestra existencia.
De
ser esto así, muchas de las dudas y vacíos que hoy tenemos para comprender la
evolución quedarían disipadas, sobre todo aquellas que quedan situadas dentro
de los llamados “eslabones perdidos” que en realidad no explican nada, y menos
aún que el cuerpo físico de los seres humanos experimentara una mejora
repentina y todavía inexplicable hace 200.000 años y que, de pronto, la forma
física llamada homo erectus se convirtiera en lo que ahora llamamos homo
sapiens con la capacidad de hablar un idioma complejo y con un tamaño del
cerebro que había aumentado en gran medida.
El biólogo
Tomas Huxley ve esto inexplicable ya que para él los saltos evolutivos que se
dieron para pasar del homo erectus al sapiens hubieran precisado con la
evolución darwiniana normal de millones de años. Sólo una intervención
extraterrestre podía explicar, pues, esta anomalía. Y esto mismo es lo que
expone y explica Alan F. Arnold en su libro “Los dioses del nuevo milenio”
(Ediciones Martinez Roca) para quien
para llegar al hombre actual como lo conocemos tendrían que haber pasado
30 millones de años evolutivos a partir del homo erectus, mientra que, en
cambio, sabemos que el homo sapiens surgió de este hace tan sólo 200.000 años;
en este caso, y de la misma manera, F. Arnold plantea que tal misterio sólo
tiene como única explicación una intervención genética exterior.
Para
ayudar a resolver este enigma contamos hoy con una información privilegiada que
ha permanecido para muchos ignorada o marginada desde los ámbitos de la ciencia
oficial y que ya se empieza conocer, gracias a la difusión de su contenido,
entre otros, por el conocido escritor e investigador David Ike. Nos estamos
refiriendo a un descubrimiento que un ingles, sir Austen Henry Layard, hizo en 1850, a unos cuatrocientos
kilómetros de Bagdad, en Irak, mientras excavaba en Nínive, en la capital de
Asiria, de decenas de miles de tablillas de arcilla (algunos se refieren a
ellas como las “tablas sumerias”) en las que se habla de una raza avanzada que
había venido a la Tierra
interviniendo activamente en nuestra vida.
El traductor
más famoso de estas tablillas es el autor y erudito Zecharía Sitchin, hoy ya
fallecido, que sabía leer sumerio, arameo, hebreo y otros idiomas del Oriente
Próximo y Medio. Para él no hay ninguna duda de que describen seres
extraterrestres, los annunakis, que llegaron a la Tierra, hace 450.000 años,
procedentes del planeta Nibiru. Según cuenta David Ike, de quien extraemos esta
información, lo más sorprendente de estas tablillas es la manera en que
describen la creación del Homo sapiens combinando en un tubo de ensayo los
genes suyos y los de los humanos nativos para crear un ser humano “actualizado”
capaz de realizar las tareas que requerían los annunakis.
Tendríamos así
ya el origen del primer hombre y la primera mujer tras manejar el ADN de los
herederos del Homo neanderthalensis (seres arborícolas frugívoros con pequeños
retazos de conciencia de sí, pero poseedores en su sangre de una biblioteca
genética excepcional con las claves genéticas, -tal y como nos dice Emilio
Fiel, a quien estamos citando- de la Federación Galáctica)
y mezclarlos con algunos genes de su propia sangre azul. “Así crearon al “sapiens
sapiens” a su imagen y semejanza, lo crearon como un ser obediente y devoto de
sus creadores, pero también miedoso y agresivo, para que tuviera que depender
de su protección. Fuimos como ganado para ellos. Estos dioses se alimentaron de
nuestra energía, nos usaron como juguetes sexuales, batallamos en sus guerras y
trabajamos en las minas de oro para ellos. No es verdad que fueran tan
bondadosos y desinteresados. Entre todos ellos cabe destacar a Yaweh, padre de
la mente y la separatividad humana, que junto con otros piratas estelares
(Allah, Ra, Viuracocha…) crearon un imperio de terror en la Tierra”. (Emilio Fiel, “Peldaño a peldaño”,
Mandala Ediciones). “Defendámonos de los dioses”, dice Salvador Freixedo, no
sin cierta razón, de esos falsos dioses para quienes la Tierra se convirtió en una
especie de “granja humana” que ellos controlan, dirigen y manipulan según sus
propios intereses para nada divinos, aunque como tales se hicieron pasar ante
nuestros ojos pasmados e ignorantes que contemplaron deslumbrados a los venidos
de otros mundos y que ni tan siquiera pertenecían a un nivel superior de
conciencia, sino que eran, por el contario, tremendamente egoístas e
insensibles.
De todas
formas, lo más probable, creo yo, es que hayan intervenido en la humanidad y su
desarrollo seres extraterrestres no sólo empeñados en sus propias aspiraciones
de dominio y poder dentro de la galaxia o fuera de ella misma, sino también
otros más elevados desde el punto de vista del desarrollo y nivel espiritual
que de alguna forma también han querido influenciar positivamente en nuestra
evolución. Pero, dicho esto, lo que siempre hay que recalcar y dejar bien claro
sobre cualquier consideración que se haga en este u otro sentido, y para no
confundirnos, quedando atrapados en el relato, por muy extraño, complejo o
bárbaro que nos pueda parecer, es que nosotros, cada uno en particular, aunque
encarnados como humanos, en esta humanidad entroncada con tanta ramas raciales,
somos sobre todo “otra cosa” muy distinta, somos cada uno un alma, y en este
sentido tenemos que decir lo siguiente:
“La
personalidad y el cuerpo que la sustenta son aspectos artificiales del alma.
Cuando al final de la encarnación del alma han cumplido sus funciones, aquella
les abandona. Llegan al final, pero no así el alma. Después de una encarnación,
el alma regresa a su estado inmortal y eterno. Vuelve una vez más a su estado
natural de compasión, claridad y amor infinito. Tal es el contexto en que se
desarrolla nuestra evolución: la encarnación y la reencarnación continuas de la
energía del alma en el campo físico, en nuestra escuela terrenal” (Gary
Zucav). Nacimos, como humanos, en esta humanidad posiblemente manipulada por
otras razas, no importa, con estas características tan especiales y
particulares, tan contradictorias, en la que el amor y la creatividad más
excelsa son posibles y capaces de convivir
junto a los más execrables crímenes y depravación. Aquí vinimos
voluntariamente, no hay que olvidarlo, para aprender, conocer y amar, y cómo
no, para liberar también con nuestra aportación todo rastro de oscuridad que
esté en lo más profundo de nuestros genes. Nuestro trabajo es titánico, heroico
y maravilloso, la mejor tarea para quienes tengan como nosotros, los que aquí
hemos elegido encarnar, una voluntad firme de ascender a los niveles más altos
de la conciencia y de la luz, algo que sólo se puede alcanzar después de haber
vencido y abrazado a los peores “dragones” y “reptiles” de la sombra. En eso
estamos.