miércoles, 13 de noviembre de 2013

SERES INVISIBLES Y MUNDOS OCULTOS





El mundo invisible es de una vastedad y complejidad muy grandes, así lo dicen sabios, videntes y místicos; representa, por lo tanto, un gran atractivo, aunque también un foco de problemas para quienes se abren a él sin una preparación y purificación personal. Caer entonces en errores es fácil, acabar siendo manipulados por todo esto también, como lo demuestran muchos casos de personas que han sufrido perjuicios para su salud mental y espiritual; hay gente que presume de tener un guía de otro mundo, siendo que no han sido capaces aún de madurar psicológica y humanamente aquí. Existen seres invisibles que se hacen pasar por ángeles cuando no lo son. Por todo eso, y para situarnos, me parece importante lo que cuenta de estos mundos y seres la que fue compañera espiritual de Aurobindo: Mirra Alfassa (Madre), que dice:

“El mundo oculto no es una sola región donde todo está mezclado, que sólo se convierte en oculto porque no lo podemos ver. El mundo oculto es una graduación de regiones, uno quizá podría decir, de más y más regiones etéreas o sutiles,…Y cada uno de estos dominios es un mundo en sí mismo, teniendo sus formas y habitado por seres con una densidad…análoga a la del dominio en el cual vive. Así como en el mundo físico somos de la misma materialidad que la del mundo físico, en el mundo vital, en el mundo mental, en el mundo por encima de la mente y en el mundo supermental –y en muchos otros, infinitos otros- hay seres cuya substancia es similar a la de ese mundo. Esto significa que si uno es capaz de entrar conscientemente en ese mundo con la parte del ser que corresponde a ese dominio, puede moverse allí con total objetividad, como en el mundo material.

Y allí existen tantas, y aún más cosas para ver y observar que en nuestro pobre pequeño mundo material, que pertenece solamente a una zona de esta infinita graduación....cuanto más adelante va uno, por así decirlo del mundo material, las formas y conciencias de esos seres son de una pureza, belleza y perfección mucho más elevadas que nuestras formas físicas comunes…En estos mundos invisibles también hay regiones que son el resultado de formaciones mentales humanas. Allí uno puede encontrar todo lo que quiera…a menudo uno encuentra allí exactamente lo que uno espera encontrar. Hay infiernos, paraísos, purgatorios. Hay toda clase de cosas…Estas cosas sólo tienen una muy relativa existencia, pero con una relatividad similar a la de las cosas materiales aquí….es difícil hablar de todos estos mundos….Es un conocimiento que necesita un experiencia vivida de muchos años, completamente sistemática, y que requiere…una preparación interior absolutamente indispensable, para hacerlo inocuo…

…quizá pudo haber sido una fuerza adversa que tomó por un ángel de la luz, porque la gente generalmente comete este error…piensan siempre que es algo celestial…Una de las actividades más comunes de estas intolerables pequeñas entidades que están en la atmósfera humana física y que se divierten a costa del hombre, es cegarlo..” (“Las fuerzas ocultas de la vida”, editado por A. S. Dalal)

Por todo esto, creo que lo conveniente es que uno madure y crezca, primero mental, afectiva y espiritualmente y que conecte con su verdadero poder interior. Abrirse al mundo de los espíritus debería de ser una consecuencia. Rehuir el trabajo personal sustituyéndolo por la ayuda invisible entiendo que es un error.

domingo, 3 de noviembre de 2013

ÁNGELES Y ESPÍRITUS ELEMENTALES



  
 La limpia mirada de nuestro espíritu pronto detectó su presencia y compañía, de modo que, mientras las nubes de la racionalidad autosuficiente todavía no habían desplazado ni dejado de lado nuestro sentir interno, ellos, los ángeles, con este u otros nombres, formaban parte de nuestra realidad cotidiana, como espíritus celestes (querubines, serafines, potestades, dominaciones, ángeles, arcángeles y los principados, según la clasificación clásica de Dionisio el Areopagita)  con los que nuestro yo superior, a través de los arquetipos de sabiduría, bondad o poder, de un modo u otro conectaba, o como fuerzas y también espíritus de la naturaleza a los que la tradición ha calificado como los devas: del aire (sílfides), del agua (hadas, ninfas, ondinas, nereidas, sirenas), de la tierra (gnomos, enanos, elfos, dríadas) y del fuego (salamandras.). Cada uno de ellos, en su nivel, y según su papel específico han sido y son el eslabón perdido que restablece el puente de unión entre el poder divino y el nuestro, entre lo que la visión superficial de la naturaleza nos muestra y lo que desde su interior se manifiesta, entre lo que es la apariencia y lo que es la realidad, y, en definitiva, entre el Espíritu y la materia. Esto, que el racionalismo no entiende.        

Porque, aunque hemos hablado ya aquí, muchas veces, del potencial infinito del ser humano, de que nosotros mismos somos dioses en potencia, y de que nuestra capacidad para crear, transformar, resolver y vivir se mueve evolutivamente y en sentido ascendente hasta desarrollar y actualizar, cada vez más, sin agotarlas, por lo tanto, la fuerza, la energía y el poder, la inteligencia y la sabiduría, además del gozo, el amor y la alegría del fondo real de nuestro Ser que todo eso lo contiene, lo que hemos constatado y día a día experimentamos, es la existencia de un hiato que distancia o separa nuestra realidad actual de lo que todo aquel potencial augura, de forma que, en este sentido, nos vemos con frecuencia como “dioses caídos” y, hasta cierto punto angustiados en la horizontalidad de la no realización. Queremos, pero la cruda realidad nos muestra que no podemos ir más allá de lo que nuestros esfuerzos nos permiten. Y ahí es, entonces, donde las energía angélicas adquieren, dentro del orden del cosmos un papel específico y un sentido máximos. Pedirles su ayuda es lo que esperan y toca.

            Y lo mismo ocurre en el orden de la naturaleza. Toda ella está, creada, animada y sostenida a través del poder, el amor y la sabiduría divina, con sus leyes, con sus fuerzas, con sus estructuras y con sus patrones de conservación, reproducción, etc. La forma en que la Conciencia-Fuerza-Energía está allí presente es, como no podía ser menos, a través del alma de las cosas, sin cuya existencia se desintegrarían para transformarse en nuevas formas distintas de conciencia-energía. Dicha alma tiene su expresión en los espíritus elementales o ángeles de la naturaleza a los que nos referimos arriba, espíritus a los que la imaginación popular ha especificado en personajillos simpáticos, pero que hacen referencia real a presencias sutiles que sólo los videntes alcanzan a ver, aunque también nuestra intuición y sentir presienten. Este el orden lógico del mundo, que se nos desvela cuando los prejuicios del materialismo paticorto no se interpone en nuestro mirar. Si caemos en la cuenta, y la física cuántica ya lo ha hecho, de que primero es el Espíritu-Conciencia y de que el resto proviene de su voluntad y su mirada, esto que decimos se vuelve natural y evidente, y se descubre que detrás de una célula, de una flor, de un pez, de un árbol, del sol  o de una montaña, lo que está palpitando es precisamente eso, el espíritu-pensamiento de cada cosa, el ángel, el alma particular de la naturaleza que los sostiene.¡Es tan fácil de entender!

LOS ÁNGELES



       
 Se ha hablado y escrito mucho sobre ellos. Aparecen en  el Antiguo y Nuevo Testamento, así como en casi todas las religiones del mundo, en los panteones griegos, donde se incluían dioses alados, como Hermes y Eros, que eran mensajeros entre los dioses del Olimpo y los dioses menores de la Tierra, también se encuentran en las antiguas culturas de Egipto, Babilonia, y Persia, que contaban con ángeles, a veces llamados “dioses, o en la tradición védica de la India, donde hallamos, reflejados en la riquísima iconografía de sus templos, una considerable multitud de ángeles, genios, demonios y ninfas rodeando a dioses y diosas. Y en los romanos, que fueron los primeros que en Occidente pintaron ángeles con alas, también en Patanjali, contemporáneo de Platón y autor de los famosos Yoga Sutras, quien explicó la manera de entrar en contacto con ellos; el mismo Zoroastro, llamado también Zaratrusta (628-551 a.Cto.) describió detalladamente en su Avesta sus muchos encuentros con ángeles, y en el Corán se citan a menudo los ángeles y arcángeles, sin olvidar a Dionisio el Areopagita, que es la máxima autoridad en materia de angelología cristiana, además de, por supuesto, Sto. Tomás de Aquino. Una lista, que, como se ve, se podría alargar muchísimo, y que es un buen indicativo a la hora de valorar la realidad e influencia de los ángeles en la historia de la humanidad.

            Creo y siento que los ángeles existen, como una realidad inmensamente entrañable y bella; así que, cuando me paro y fijo la atención en ellos los entiendo y percibo como emanaciones puras de Dios, de Lo Divino; por eso, precisamente, son presencias que nos envuelven, que nos acompañan y que nos conectan, -si nos abrimos a ellas-, con los niveles superiores del alma; de modo, pues, que, al entrar en contacto con ellos experimentamos y vivimos, sobre todo, el gozo y el amor, la alegría profunda de lo sagrado en nosotros, en nuestro corazón. Por eso, se dice de ellos que son los “mensajeros” –, que es lo que significa aggellos-, porque nos traen la presencia de lo divino y porque nos ponen en comunicación con ella. Como la voz de Dios, los ángeles hablan a través de nuestro ser, como la presencia de Dios están presentes como nuestro ser, como la compañía de Dios nos acompañan como nuestro ser. Pero no sólo eso, sino que también son particularizaciones externas y reales, criaturas, formas luminosas  de la alegría, el amor y el poder divino, seres de luz, los cuales, como el ángel Gabriel, Rafael, Miguel, etc…, representan cada uno un aspecto arquetípico del ser divino: guardián, defensor, poder de realización, amor sin reservas, etc.

A través de ellos, nuestro poder se extiende y se prolonga más allá de nosotros mismos, allí donde no podemos aún llegar y para lo que nuestras fuerzas están limitadas, porque los ángeles están y han sido creados dentro del orden cósmico para eso, y, en ese sentido, son intermediarios, instrumentos y puente del poder de Lo Real divino y nosotros. Por eso, son energías que están siempre, si las solicitamos, amorosamente disponibles y a nuestro servicio, pero no para la realización de caprichos egoístas o no alineados con el amor y la conciencia, sino sólo  para aquello que va en el sentido de nuestro crecimiento y desarrollo como almas en evolución. Así ha ocurrido y ocurre en los miles y miles de casos que nos hablan de ayudas, incompresibles con nuestros medios, de resolución de problemas y conflictos en los que ellos han sido los verdaderos protagonistas. Los ángeles no merman nuestro poder sino que nos lo muestran, al poner ante nuestros ojos, y para que lo reconozcamos, nuestro potencial.

viernes, 1 de noviembre de 2013

NOSOTROS Y LOS QUE “MURIERON”




Añoramos nuestro origen, y marchamos, por eso, hacia un presentido lugar que sólo tanteamos a golpes de intuición. A ese lugar le hemos llamado de muchas maneras: cielo es una de ellas, y representa ese plano de existencia en donde se experimenta la realidad superior y gozosa del alma, sin peso ni carga alguna negativa del pasado. Esta es una verdad que nos atrae hacia sí y que vemos surgir desde el silencio de nuestro más profundo y auténtico sentir, una verdad que nos abre las puertas interiores del alma hacia mundos “lejanos” donde realidades mucho más sutiles que esta del mundo físico parecen hablarnos y aguardarnos. Creemos en ello, a pesar de que nuestros toscos sentidos la ignoren, ciegos como están ante todo esto, y lo hacemos no de forma gratuita sino atendiendo a percepciones sutiles que nos vienen del mundo de nuestra mente y también de más allá de ella. Como creemos, también, en el mundo o realidad astral, en un plano más bajo a nivel vibratorio, al que accedemos inmediatamente después que abandonamos el cuerpo físico.

Quienes nos precedieron en la Tierra, -nos referimos a los que no están ahora encarnados-, habitan esos mundos; esto es lo que les ocurre, por lo tanto, a nuestros familiares y amigos, a tantos y tantos seres humanos que ya no están aquí, pero que prosiguen su propio camino evolutivo desde y en otros planos, como el astral, el mental y, si más evolucionados, en mundos superiores, como el de conocimiento, o el de bienaventuranza. Pretender ligar la existencia de estos seres a la nuestra, sobre todo a nivel emocional, aparte de que no es beneficioso para nosotros ni para ellos, va en contra del desarrollo y la evolución del alma. Nadie pertenece a nadie y nadie se puede apropiar el destino de nadie y menos en nombre de un parentesco circunstancial. Quienes fueron, por ejemplo, nuestros padres ya soltaron su “papel”, ya realizaron su tarea y se hallan en un nuevo empeño, como a cada uno de nosotros nos ha ocurrido y pasará a lo largo de tantas y tantas vidas como viviremos. Atarnos emocionalmente a nuestros seres queridos no ayuda al crecimiento, no es, por lo tanto, ni bueno, ni aconsejable sino un retraso y un obstáculo a superar.

Cosa diferente es guardar o manifestar sentimientos amorosos y de positividad hacia ellos, sumando nuestras energías de aliento, gozo, apoyo y confianza hacia quienes en su nueva y más sutil existencia prosiguen su camino hacia el reencuentro con su ser divino, hacia su realización como dioses y diosas que potencialmente todos somos. Esto sí que es importante y beneficioso, para nosotros y para ellos, pues potencia a nivel de conciencia los lazos profundos de unidad en el ser divino que compartimos y somos. Focalizar, entonces, nuestra atención en el recuerdo de quienes compartieron un trecho de su extensa vida con nosotros, proyectándoles nuestro amor, eso sí que agranda nuestro amor y hace, a su vez, que ellos resuenen, por la comunión que a todos nos une, especialmente a los de igual o semejante vibración, también con el suyo, no importa que identifiquen o no la procedencia del estímulo que les llega, pero sí el efecto.

Esto nos ayuda a liberarnos, a crecer y a desarrollar lo más importante de nuestra evolución: la conciencia y el amor. Porque, cada cual ya tenemos nuestras tareas para aprender y desarrollar, lo mismo en los planos del alma, que nos llevan de continuo a proyectar, crear, realizar y vivir con mayor intensidad, gozo, entrega y libertad de la que logramos alcanzar en la Tierra con nuestros cuerpos físicos. A esos seres tan vivos, y no “muertos”, tan ocupados, es a quienes les ofrecemos y de quienes recibimos el amor.