lunes, 31 de diciembre de 2012

EL ORIGEN DEL UNIVERSO






¿El origen del universo?
Un pensamiento es la fuente de un universo,
Pero en la Consciencia infinita
Se contienen todos los pensamientos
Y todos los universos posibles.

De la Mente infinita surgen constantes
Los pensamientos,
Y hay muchas clases de pensamientos;
Los pensamientos son ideas
Que cuando se expresan a través de la palabra
Se hacen realidad,
Por eso se dice que al principio era el verbo, la palabra,
La palabra es la voluntad de que algo sea.

En verdad, incluso antes de que un pensamiento surgiera
Su realidad ya estaba contenida en la Mente infinita
Como potencialidad y como acto,
Ambas cosas al mismo tiempo,
Pues en La Consciencia infinita caben esta clase de paradojas
Las que para la mente humana no se explican ni se comprenden.

A la voluntad de que algo sea se le llama creación.
Y en ese sentido podemos decir
Que la Consciencia o Mente infinita
Creó nuestro universo.
En realidad, no uno sino infinitos universos.

Hay muchas formas posibles de crear universos,
También distintas maneras de entender
Lo que es la creación de universos,
Y todas son válidas, porque todas ellas
En cuanto pensadas caben en la mente infinita.

Un universo bien puede ser el “hijo” de otro universo,
Un universo puede nacer perfectamente de otro universo,
Del mismo modo que de la semilla de una planta
Nace otra planta de iguales características.
Y esa semilla luego empieza a dar sus frutos.

La semilla podría ser la primera expresión de la materia,
Y ahí caben perfectamente las famosas cuerdas y supercuerdas
De las que hablan los cosmólogos.
Todos lo frutos que en ella estaban contenidos
Empiezan poco a poco a extrovertirse,
A desplegarse en las múltiples posibilidades que contiene,
Y así vemos como aparecen el átomo primigenio
Con su respectivo Big-Bang,
Y luego las partículas elementales
Los átomos, las moléculas,…
Y así sucesivamente hasta llegar… a las galaxias
Y a los universos enteros, y…
La expansión del universo es una realidad,
Que le ocurre al nuestro.
Nuestro universo bien puede ser el origen de nuevas semillas
Que harán que surjan otros universos.

En la Consciencia infinita cabe todo.
Pero sólo si uno se abre y cree puede intuir,
De lo contrario siempre se levantarán muros infranqueables.
Tenemos la inmensa suerte
De que nuestra consciencia forma parte de la Consciencia infinita
Y esto nos abre el campo de visión,
De otro modo jamás veremos nada, o mejor,
Sí que veremos, pero sólo “cachitos”, fragmentos de realidad,
Pero los fragmentos no explican el Todo, ni su dinamismo,
Por eso, o te rindes y te abres a lo que Es
O esto se vuelve muy complicado y siempre incompleto.


domingo, 30 de diciembre de 2012

MIS DESEOS PARA EL NUEVO AÑO 2013

Que nos demos cuenta de que el Amor es la única salida para el sufrimiento y el vacío que muchos seres humanos experimentan. El amor concreto hacia todo lo que es, las personas, las cosas y todas nuestras circunstancias, y el amor al Fondo y Fuente que todo lo sustenta y en lo que todo existe.

Que nuestro corazón se una al pálpito de todos los corazones de los seres humanos sin excepción, y pongamos allí desde nuestra intención más elevada el fluir de nuestro amor, la acogida y la comprensión.

Que sintamos que nadie está separado de nadie y que lo que a otros les pasa es a nosotros mismos a quienes nos ocurre.

Que ninguna religión excluya ni separe y que todas se unan soltando sus diferencias y rindiendose a la suprema espiritualidad que es la del Corazón y el Amor Universal.

Que los políticos dejen de ser partidistas y se vuelquen por encima y dejando de lado sus banderías al servicio de los demás.

Que todos comprendamos que estamos aquí en este mundo para hacer felices a los demás y no para servirnos sino para servir.




SI QUIERES DE VERDAD SER FELIZ

¿Quieres ser feliz?. Esto es más facil de lo que la gente que se cree, de tan sencillo que es no se llega a ver, perdidos entre las grandes preguntas y buscando las rebuscadas respuestas se nos escapa y pasa desapercibido lo esencial.

¿Quieres de verdad ser feliz?, pues vas a ver lo accesible que resulta para ti y ya, a partir de ahora, no tienes que esperar nada especial. ¿Que qué es lo que tienes que hacer?. Ama a quien está junto a ti, sonríe a quien pasa por tu lado, si alguien te pide ayuda ayúdalo, se amable con todo el mundo, no te quejes, en vez de pedir da, se receptivo a las demandas de los demás, y siempre que esté en tus manos evita en lo que puedas el sufrimiento de los otros. Que tu vida sea un instrumento para amar y servir. Nada más, porque si esto lo haces, vivir verás lo sencillo y luminoso que resulta para ti, todo en tu vida se ordenará y clarificará, los miedos desaparecerán y las dudas que tenías se resolverán o simplemente se evaporarán.

jueves, 27 de diciembre de 2012

LA NAVIDAD EN LA CONCIENCIA DE TU SER



Tu vivir como un río se vive,
Y en su discurrir
Nos acerca a ti y a mi;
A veces llora alguna pena,
Pero con frecuencia ríe.

Tu vivir, como mi vivir
Van y vienen como el agua
Entre recodos de tiempo;
Salpica lágrimas
Pero también risas.

Hay nostalgias de plenitud
En tu río y en mi río,
Por eso buscamos el océano lejano
Donde los delfines bailan
Y las ballenas de grandes colas
Se reúnen con sus cantos de misterio.

Mi río ya es océano,
Lo era incluso cuando yo no lo sabía.
Allí en mi río nadan peces
De infinitos colores,
Son las penas o las alegrías,
Las lágrimas o las risas
De las personas que por mi vida pasan.

Pero yo no soy el río, ni los peces,
Ni sus penas, ni siquiera sus alegrías
Que como flores de un día
Se marchitan y pasan.

Yo soy más que río, soy cauce,
Y soy más que océano,
Pues soy el cuenco que lo sostiene.

Las estrellas del cielo se mecen sobre mis manos,
Y los amaneceres son mis sonrisas
Que te dirijo a ti,
Para que te acuerdes de quien eres
Y te veas reflejado en el rostro del Universo.

La Navidad no es algo que ha sucedido
En un punto pretérito del tiempo,
La Navidad eres tu naciendo
A la consciencia de tu verdadero ser:
Eres Cauce, Cuenco y Universo,
Eres, como yo, Dios en ti y en mi.

UN CUENTO DE NAVIDAD


    


            Había llegado yo a casa, era tarde y hacía frío. Como de costumbre, cenamos mi mujer y yo, hablamos un rato, comentamos sobre algunos acontecimientos del día y pronto, pues la noche invernal invitaba a ello, nos fuimos a la cama. Un cariñoso beso fue la antesala de un cálido, placentero y profundo dormir.

            Entonces tuve el siguiente sueño:

“Un señor de cierta edad llevaba de la mano, paseando con él, a un niño de ojos azules, rubito, que tendría unos cinco años, jugueteaban ambos y se reían, se veían muy felices. Se sentaron en uno de los bancos de un bonito parque, y el niño, como ya había hecho otras veces dijo:

            -“Abuelo, abuelo, quiero que me cuentes un cuento”.

            Y, efectivamente, como los deseos de su nietecito eran para el abuelo órdenes, faltó tiempo para que empezara a brotar de su boca, el siguiente relato:

            “Había una vez en un pueblo pequeño una mujer muy hermosa de nombre María, esta conoció a un apuesto y guapo joven que se llamaba José, ambos se enamoraron; y tan grande era su amor que pronto ella se quedó embarazada. Pero como no estaban aún casados y su familia les puso muchos reparos en su nueva situación los dos, a su pesar, tuvieron que buscar en otro pueblo donde no se les conociese una casa para vivir. Y así fue, en estas circunstancias, como nació su primer hijo, luego vinieron más.

            Pasaron, es verdad, dificultades de todo tipo, pues la vida era dura y difícil, pero la sobrellevaron con una cierta deportividad, paciencia y, desde luego, mucho tesón. Aún tuvieron un último hijo, el octavo, cuando ya nadie lo esperaba, que se llamó Andresito. Este fue un niño que pronto se reveló sensible, inteligente y despierto, aunque, con el tiempo, se hizo vanidoso y cargado de cierto orgullo, su principal fuente de problemas, pues desde siempre quiso ser el mejor y sobresalir sobre los demás, por desgracia, y esto era de verdad lo malo, a costa de no aceptarse y quererse a sí mismo, lo cual es la peor de las cosas que a uno le puede pasar.

            Fue pasando el tiempo, Andresito creció y se hizo mayor, Andrés le llamaban ya todos. Fruto de su actitud despectiva se olvidó de los demás, prácticamente sólo existía él para sí, no se percataba de la lucha, el esfuerzo, el trabajo, los sinsabores y los sufrimientos que muchos tenían que experimentar en la vida, así que miraba con cierto desdén a los pobres y a los más desvalidos, a los necesitados y a los que se hallaban solos, a los que no solían “triunfar” en la vida. “Mientras no me pasen a mi estas cosas”, se decía.

            Hasta que un buen día, día de la Navidad por cierto, andando por la calle se encontró en una esquina, sentado, aterido de frío y con la mano extendida, pidiendo limosna, a un pobre anciano que en voz baja le dirigió a él, a Andresito, mientras pasaba por su lado, un entrañable y sincero “feliz navidad, buen hombre”. Pero, Andrés, en sus cosas y como era su costumbre prefirió ignorarlo; aunque esta vez ocurrió algo extraño, muy raro, y es que experimentó un ligero mareo, un vahído que pareció llevarlo al suelo. Entonces, dentro de ese particular desmayo pudo ver de nuevo a aquel hombre de la esquina, pero ahora no viejo ni mísero sino siendo un ángel luminoso, esbelto y radiante, con un traje blanco, precioso, y un rostro lleno de ternura y amor que le hablaba a él como si fuera un conocido de siempre. Se comunicaban sin palabras, no hacían falta, le recordó su pasado y quien era, también le dijo a qué había venido aquí, para qué había nacido, nada que ver, por supuesto, con su talante arrogante y egoísta, y le mostró su verdadero rostro, donde Andrés se reconoció como un ser no menos luminoso y lleno de un inmenso amor, bondad y ternura. El ángel, luego, le acercó una piedrecita que brillaba y que tenía forma de corazón, se la puso a modo de despedida en su mano mientras ambos esbozaban una gozosa y feliz sonrisa…

            Andrés, medio aturdido abrió los ojos tratando de recuperar de nuevo el equilibrio, y manteniendo presente en su mente todo lo que había estado ¿viviendo?, ¿soñando? Dirigió a continuación su mirada hacia la esquina como queriendo encontrar a…, ¡pero allí no había nadie!, ¿dónde estaba el anciano?, ¿habría sido todo una alucinación que él experimentó? Se frotó los ojos, y al hacerlo se dio cuenta de que aún tenía la mano cerrada, la abrió y en ella estaba, para su sorpresa, la piedrecita brillante en forma de corazón…Andrés estaba extasiado, no sabía si llorar o reír, si gritar o callar. Alguien pasó entonces junto a él que le volvió al presente, alguien que le esbozó una sonrisa de complicidad mientras le decía con cierta pícara sonrisa “feliz Navidad”, pero cuando se giró para responderle…”

            Sonó el despertador; ahora fui yo quien abrí los ojos, miré el reloj y comprobé que eran las siete de la mañana, mi mujer a mi lado aún dormía placidamente, no cabe duda de que yo había tenido un bonito sueño, pues empezaron a venirme algunas de sus sugerente imágenes: el abuelo, el niño, un cuento, el anciano,…que así lo atestiguaban. Por otra parte, me sentía realmente feliz, extrañamente feliz, como desde hacía mucho tiempo no lo había experimentado, así que me entraron unas ganas inmensas de comunicar mi alegría y de compartirla, traté entonces de abrazar a mi esposa, pero cuando iba a hacerlo…vaya, me di cuenta de que mi mano estaba aún cerrada como sujetando algo, con fuerza, como para no perderlo, y la abrí, ¡allí estaba de nuevo la piedrecita brillante con forma de corazón! ¡Había sido real, no había estado soñando!

            Besé a mi mujer, me levanté, salí a la calle, y a todos cuantos pasaban junto a mi les decía, brotándome las lágrimas con emoción incontenible: ¡feliz navidad!, ¡feliz navidad!, ¡feliz navidad a todos!...Ya no me importaba si se lo decía a un anciano o a un niño, a un pobre o a un rico, a un conocido o a un extraño, porque para mi todos eran en esencia lo mismo, ya que los podía, por fin, percibir como lo que eran, como lo que siempre habían sido, ángeles vivientes, seres de luz disfrazados de mendigos o de ejecutivos, de sanos o de enfermos, de víctimas o verdugos, de cualquier tipo de personaje que fuera, pero a los cuales y gracias a la piedrecita que yo guardaría para siempre en mi corazón ya no dejaría de reconocer desde el fondo en lo que de verdad son.

            Ahora estaba ya, pues, del todo despierto, no cabía la más mínima duda, entonces...sonó el timbre de casa, fuimos a abrir y allí estaba, espléndido como siempre, el mejor, ¡qué iba a decir yo!, mi nieto con sus papás; Álvaro me cogió como él acostumbra a hacerlo, tomando el dedo de mi mano que sí puede rodear con su manita y me llevó hacia dentro, hasta el sillón donde él sabe que me gusta estar sentado, y mirándome con esos ojos que parece que escruten hasta el fondo del alma me dice: “Abuelo, ¿quieres contarme un cuento que me hable de piedras brillantes en forma de corazón, de ángeles y de…?...”