domingo, 7 de octubre de 2012

MI NIETO ÁLVARO Y YO


                                                                                            (Cuando faltan pocos días para que nazcas)                                           

Ya ves, te vamos a llamar Álvaro;
¿Te gusta?, lo eligió tu madre
Fue a medias con tu padre,
¿O, acaso, como yo sospecho, fuiste tú
El que muy despacio,
Susurrándolo en sus corazones
Se lo indicaste?

¡Con qué ilusión y alegría te esperamos!
Con unas ganas infinitas de abrazarte,
Estrecharte entre nuestros brazos
Y besarte.

Te siento muy presente y cerca de mí,
Eso me hace sentir una inmensa alegría
Y me produce mucha ternura.
Ahora me toca hacer de “yayo” tuyo, lo sabes,
Como también yo sé que eso te hace feliz.

Te he comprado una marioneta Pinocho, un sonajero
Y un pajarito de barro, de esos de los de antes
En los que se pone agua dentro
Para que imite sus trinos y gorgoritos;
Te harán reír.

De tu yaya, la Lola, ni te cuento,
¡Qué yaya!,
Te comerá a besos,
Te estrujará como a una gominola
Y con su amor inmenso te arropará.

Voy andando por la calle
Y ya noto tu manita de niño
Que cogida del dedo anular de mi mano
Lo estira con insistencia para que me gire y vea,
Divertido y alegre, en complicidad contigo,
Cuan pintada de helado de chocolate
Ha quedado tu carita de payasete travieso.

Jugaremos, y sobre todo reiremos,
Escucharemos el canto de los grillos
Y te contaré historias, y cuentos, de otros mundos
En donde las ilusiones y los sueños se hacen realidad.

Álvaro, recuerda para siempre esa estrella tan bonita
Que hoy ya veo brillar en tu corazón.
Me resultas tan familiar y tan próximo…
Por todo eso me siento inmensamente feliz

martes, 2 de octubre de 2012

LO QUE INTUYO Y VIVO SOBRE LA REALIDAD DE MI SER




           
            Si me miro a mi mismo no puedo hacerlo como si yo fuese un fragmento aislado de algo, me es imposible ver en mi semejante cosa. No puedo verme como un objeto limitado estrictamente en el tiempo y cosificado en el espacio. Me resulta imposible fijar las fronteras dentro de las cuales yo soy lo que soy. Mi ser no admite fácilmente fronteras, en realidad no las tiene.

            Me acompaña constantemente la conciencia de ser y la conciencia dentro de la cual se encuentra todo lo que percibo. Esa consciencia que experimento o que se experimenta en mi como lo que yo soy no está en mi cabeza ni tampoco en ninguna otra parte de mi cuerpo, por lo tanto tampoco en mi cerebro, ni en mis pensamientos, ni en mis emociones. Incluso mis sentimientos que son más íntimos o más míos porque pertenecen a los estratos más genuinos de mi se contienen en ella.

            Me descubro constantemente siendo más, mucho más que este cuerpo cambiante y cualquiera de mis procesos mentales o emocionales, más también que cualquiera de los referentes de profesión, familia, cultura, lugar, tradición religiosa, sociedad, etc., todos caducos, impermanentes y relativos, con los que tantas veces y equivocadamente nos identificamos.

            Mi ser, lo que yo soy, es decir no lo que parezco ser o interpreto con mis distintos personajes, ni lo que otros me proyectan porque creen que soy, mi ser verdadero y esencial está en la base de todo eso y todo es movido por él, es más real que cuantas cosas nacen, crecen, se desarrollan y finalmente mueren. Todo de cuanto en mi puedo percibir como vivo en cualquiera de mis posibles manifestaciones fisico-energéticas, emocionales y sentimentales, de percepción, inteligencia y saber tienen en mi ser su fuente. De tan real que es, sin su existencia nada de cuanto de mi se pueda expresar sería posible, simplemente yo no sería.

            Pero mi ser aunque inaprensible, indefinible e incosificable no es una quimera, no es un mito que uno se apropia para sí, de hecho se puede sentir, notar, experimentar, apreciar. Es todo menos un ente imaginario y virtual; tanto es así que me es posible saberme siendo él, vivir y experimentarme como él, bañarme envuelto en su presencia y, en definitiva, Ser, de manera autoconsciente, autoevidente y directa, desde dentro de Él.

            Eso que yo soy existe y se manifiesta en este mundo a través de nuestros “cuerpos” o estratos de manifestación, desde los más sutiles a los más densos, para realizar su acción creadora. Desde el nivel superior del Espíritu, que es el corazón de nuestro ser, vamos expresando nuestro potencial disponiendo para ello de la totalidad de nuestro cuerpo. Ese espíritu en nosotros es la Fuerza desde la que vivimos y obramos, el Amor desde el que sentimos y nos relacionamos y la Sabiduría desde la cual razonamos, comprendemos y con inteligencia discernimos. Lo veremos ahora escalonadamente, fijándonos en esos “cuerpos” a los que hemos aludido.
                                  

Mis distintos cuerpos

           
No poseo un solo cuerpo, aunque uno parece que sea el más evidente y al que por lo general se le da tal nombre. Si miro en profundidad, puedo distinguir en mí y, por lo tanto, constatar de manera experiencial con relativa facilidad, por lo menos seis maneras bien distintas y hasta cierto punto escalonadas a través de las cuales lo que yo soy se expresa. A esas formas diferentes de expresión del ser en mi en la tradición yogui se les llama también cuerpos (koshas). El más denso es el cuerpo físico, y subiendo hacia arriba profundizando en sutilidad  tenemos después el cuerpo energético, vital o pránico, a continuación el nivel de la mente con sus procesos, luego otro más nuclear, central y genuino donde se encuentra la sede del significado y sentido de la vida individual, y  más profundamente aún, en el corazón del ser, se halla la base y origen de los cuatro anteriores: la consciencia-energía-bienaventuranza. Finalmente, englobándolo a todos, está la Fuente de la Fuente, el Espíritu al que todos nos hallamos interconectados, lo que, en definitiva, somos y todo es, lo que de verdad jamás cambia, el único absoluto.

Tengamos en cuenta que esta división es relativa, funcional y, por lo tanto, imperfecta, pero nos puede servir para entendernos en lo fundamental, que es lo que pretendemos aquí. Para ello, a continuación, nos iremos deteniendo en lo que yo atisbo y comprendo de cada uno de esos estratos de nuestro ser individual; entiéndase, por lo tanto, también así, como el resultado de mi propio esfuerzo de autocomprensión, un esfuerzo por tratar de poner en palabras, las mías, aquello más grande que cualquier concreción verbal, pero a lo que con la ayuda inestimable de la intuición uno quiere llegar. Por otra parte, lo que aquí se expone, en esencia, sigue el esquema que la propia tradición del yoga nos da. Es este un mapa sencillo y orientativo, pero sin el cual va a ser muy difícil, quizás, que avancemos en el camino del autoconocimiento y nos demos respuesta satisfactoria a la pregunta clásica sobre “¿quién soy yo?”, porque lo que aquí se dice forma parte de la respuesta.

           
En primer lugar, el Cuerpo físico.(“Anno maya kosha”)

A mi cuerpo físico lo identifico muy fácilmente, a todos nos ocurre así. Es muy inmediato y directo el contacto que mantenemos con él, sobre todo porque nuestra consciencia se está refiriendo y centrando en él casi constantemente, a través de la atención que tan focalizada se encuentra en sus sensaciones de gusto, tacto, vista, oído y olfato. Quien está absorbido por esta dimensión de sí puede llegar a creer que es su cuerpo y, además, incluso convencerse de que todo empieza y acaba en él y con él; se mueve como no podía ser menos en el plano de la conciencia física y animal.

El cuerpo es un muy buen instrumento a nuestro servicio, ciertamente, la vida en esta dimensión no se podría dar y desarrollar sin él; nos posibilita también un tipo de placer, pero no es menos cierto que por él experimentamos mucho dolor, en ocasiones enferma y al final de nuestra vida muere. El cuerpo con todo su inmenso valor práctico, mecánico y funcional tiene una merma importantísima, él no es su propia fuente de energía, es decir, no se mueve ni actúa por sí mismo, no se autoalimenta, no es autosuficiente; en realidad, es algo inerte que recibe su vitalidad desde fuera de él; no podía ser de otro modo, por cuanto que es esencialmente un compuesto de elementos, atómicos, moleculares, etc., que al final forman una máquina, muy perfecta, eso sí, pero máquina para todos los efectos. En esto se incluye lógicamente al mismo cerebro que tampoco es la fuente del pensar, razonar, deducir, inducir, comparar, etc., sino lo que posibilita que esto ocurra en nuestra dimensión físico-mental, ni es el generador o causa de la consciencia como creen los materialistas.

Lo más grande de nuestro cuerpo es ser el medio o la terminal del espíritu, de nuestro ser; de hecho toda la riqueza de nuestro potencial se precipita y termina expresándose gracias al cuerpo que tenemos, el cual traduce al lenguaje de la cuarta dimensión lo que en dimensiones mucho más sutiles y espirituales somos. Nuestro cuerpo es la cara externa de nuestro ser. Cuando nuestro cerebro está dañado o nuestra mente se encuentra enferma, entonces resulta muy difícil captar la verdadera profundidad de nuestro ser, su auténtica dimensión trascendente, no porque no estén presentes, sino porque la ocultan ante nuestros ojos externos el instrumento deteriorado, de la misma manera que un televisor estropeado o roto distorsiona o no emite la imagen que le llega del centro emisor.   

           
En segundo lugar, nuestro Cuerpo de energía (Prano maya kosha)

También llamado pránico, porque es el prana o energía vital lo que circula a través de nuestro cuerpo físico, haciendo que en él y con él se mantengan vivos y en perfecto estado los componentes que lo forman, además de que se efectúen las actividades orgánicas que lo hacen funcionar para que, finalmente, esté disponible a nuestro servicio y nos podamos mover, relacionar o actuar según nuestros deseos y necesidades.

La energía vital es la misma que hace que nos alimentemos de otro tipo de energías como la solar, la de los minerales, vegetales, etc., pero no viene impulsada ni generada por estas; de hecho toda energía del universo proviene de ella, la energía pránica, que tiene su fuente y se alimenta de la Vida misma, raíz de cualquier existencia y expresión de la Realidad Origen o Consciencia-Amor-Energía, la cualidad esencial del Espíritu Absoluto.

La Vida es Una y universal, lo ocupa todo, se halla en todas partes. La Vida que somos se reconoce no separada en la vida de todo ser. Esa Vida se ve a sí misma particularizándose con su energía pránica a través de la conciencia individual de cada alma.

Esta energía es sutil, a caballo entre la materia física y la espiritual; de hecho, ella hace de puente entre el espíritu y la materia a la que anima. El espíritu que somos alimenta y sostiene nuestro cuerpo físico gracia a ella. Circula y se distribuye a través de conductos o “nadis” muy pequeños, parecidos a los circuitos del sistema nervioso del cuerpo denso, de los que son su contraparte sutil. No se pueden ver con los medios físicos. Se focalizan y concentran en órganos también muy sutiles llamados “chacras” o focos de energía de los cuales se nutren; siete de estos chacras, los más conocidos, se alinean desde la base del cuerpo hasta la coronilla, unidos por un conducto central llamado susumna por el que desciende la energía pránica que al concentrarse y pasar por cada uno de ellos se transforma para hacerse específica en función de las diversas actividades que tienen que desarrollar, de las cuales las más importantes y básicas son: mantenernos en conexión con la energía-Tierra y su fuerza vital, sustentar nuestro impulso y capacidad sexual-creador, enraizarnos en una base sólida de poder personal interior, abrir el camino por donde circula y se expresa el amor-felicidad, establecer formas y vías de interrelación, expresión y comunicación, posibilitar la luz del discernimiento y de acceso a las verdades esenciales y, finalmente, abrir los canales de conexión con la realidad superior.

           
En tercer lugar, nuestra mente (Manno maya kosha)

Yo puedo ver mis pensamientos, todas las funciones de la mente pueden ser percibidas por mí. Recordar y retener información, razonar, darme una referencia identitaria en base a mis historia personal, así como reflejar, sin serla, mi consciencia, del mismo modo que la luna nos refleja la luz del sol también sin serlo, son las funciones más importantes de la mente. Mi mente es percibida por mí como algo independiente de mi cerebro, de hecho así es en realidad; el cerebro es una parte de mi cuerpo, no más, no menos.

Las funciones que realiza mi mente se traducen al mundo de nuestros cinco sentidos y conciencia vigílica gracias a los mecanismos del cerebro, del mismo modo, y como ya dijimos, que una pantalla de televisión o un aparato de radio nos hacen accesibles los distintos tipos de información que se producen no en ellos sino fuera de ellos. Me doy cuenta con meridiana claridad de que yo ni soy mi cerebro ni tampoco mi mente, a ambos los tengo, pero soy más que ellos.

Aún más, las funciones mentales son independientes de mi cerebro, como lo demuestran aquellas personas que se han experimentado y visto fuera de su cuerpo de forma espontánea y estando sanos, de manera voluntaria como se da en bastantes casos (Meurois Givaudan, Robert A. Monroe, Paloma Cabadas, etc.) o en una experiencia cercana a la muerte (ECM). Es un hecho, inexplicable aún para la física clásica que se siente así desarmada con su metodología que para estas cuestiones no le sirve, el que realizamos las funciones mentales incluso después de la muele física.

Como ya estamos viendo, el concepto o idea que teníamos de nuestro ser se va ampliando a pasos agigantados para ir dejando en el viejo desván de las cosas inservibles la idea materialista de que somos tan sólo una máquina controlada por la física y la química.

La consciencia no es fisiológica, es decir, no es ni puede ser generada por el cerebro, ni siquiera puede localizarse en ningún lugar en particular del cerebro, existe, independientemente del cuerpo y del cerebro como muy bien han podido constatar y luego compartir los cientos de miles de personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte. Como señala Pim Van Lommel los campos electromagnéticos del cerebro no son la causa sino el efecto o consecuencia de la consciencia. ( Más información en la obra de este autor: “Consciencia. Más allá de la vida”, Atalanta)
           
Todo esto lo podemos experimentar y constatar también gracias a la distancia que el intuitivo y el practicante de la meditación evidencia entre lo observado que es el cuerpo-mente y el mundo que me rodea y una nueva cualidad más profunda que existe en uno mismo como observador de todo ello. Ese observador no es alguien que reflexiona, compara, fantasea y está lleno de ideas o de imágenes, sí que es en cambio el  testigo o la atención presentes que, siendo parte de la consciencia, “levanta acta” sin implicarse en nada de lo que está sucediendo.

            Cuando me descubro como ese observador aparece un nuevo estrato más profundo de ser diferente a los anteriores, distinto esencialmente tanto del cuerpo como de la mente. Y es que ese observador entre sus características tiene la de posibilitar que nazca un modo muevo de verme a mi y de ver al mundo que nada tiene que ver con la visión que tenía de mi y del mundo desde los cinco sentidos del cuerpo o desde las interpretaciones de la mente.

           
En cuarto lugar, el nivel donde encuentro el significado y sentido de mi vida.( Cuerpo de conocimiento o “vignano maya kosha”)

El observador es el que permite que descubra, porque está unido a ellas, detrás del guión y en una dimensión más honda de mi de mi, estas dos cosas esenciales: significado y sentido; significado porque me muestra una lógica y un plan coherente en el movimiento de mi vida y en todo lo que me acontece que va más allá de la propia biografía personal pero que la engloba orientándola en cada uno de sus pasos, y sentido porque me hace ver que todo mi existir y apunta hacia un origen desde el que parte y en una dirección muy precisa hacia la que me dirijo, comprendo entonces lo que quiere decir “ser en evolución” o ir de la ignorancia a la luz, de la muerte a la inmortalidad o del estar dormidos al despertar. Este saber profundo y superior sobre la realidad de uno mismo y de nuestro devenir se halla presente en este “cuerpo de conocimiento” o núcleo del saber esencial que todos llevamos almacenado en nuestro corazón.


Tanto el significado como el sentido que descubro en mi lo percibo como algo sólido y consistente, con una densidad significativa, capaz de aglutinar una identidad nueva que desplaza a un segundo lugar lo que creía ser desde la visión del ego o desde el mental inferior atado a la personalidad biográfica. Al entrar en contacto con esa otra perspectiva de mí como un centro del que emana significado y sentido, empiezo a reconocerme como alma, o sea, como un ser espiritual.

Como ocurría con mi cuerpo y mi mente, ahora también mi alma es experimentada y concienciada por mi; no como una entelequia, no como una idea, menos como un concepto vacío y en absoluto como una quimera. Yo diría que ahora la voy  percibiendo como más real incluso que mi cuerpo y que mi mente, los cuales de ocupar el primer plano pasan a constituirse en “fondo” de mi percepción, o sea como contenidos de mi conciencia que es la que cada vez más se impone a mi ver como aquello que se halla presente en todo, es decir, lo que ocupa toda la propia visión, porque, en definitiva, ella es la visión misma.

También a través de ella se prolonga la percepción que tengo de mi más allá de esta vida y de este tiempo, bien sea hacia el pasado como hacia el futuro. Porque como alma-consciencia, la vida que yo soy traspasa las fronteras de cada existencia y, por lo tanto, las de la muerte que, esta sí, pasa a ser una irrealidad.

Quien conecta con el significado y el sentido de su existencia está abriendo la puerta que pone  a su disposición la sabiduría intemporal de su ser, y encuentra una clase de saber que no es racional o mental sino que surge de la conexión intuitiva y directa con la Realidad misma del ser. Las grandes verdades sobre el vivir, la existencia, nuestro origen y destino empiezan entonces a dilucidarse.


En quinto lugar, el nivel de la Consciencia-energía-bienaventuranza individuales.(ananda maya kosha)

Es el fondo de todo yo, la raíz de donde surge y se halla lo más yo de mi mismo con lo que me puedo encontrar y reconocer, mi ser como consciencia individual  (chida abasa); es esta Presencia particular e individual que yo soy y que por serlo nunca deja de estar presente en mi. No se refiere a nada de cuanto pueda dejar de ser, a nada de cuanto pueda crecer o desarrollarse porque es completa y sin merma, tampoco a nada que pueda menguar o morir. Ella, la consciencia que yo soy es la realidad primera de mi existir, el foco, fondo y fuente de todo cuanto yo soy, lo más esencial de mi. La soy. Esta consciencia es simultáneamente energía y bienaventuranza infinitas. Esto es mi verdadero ser.

Sé que soy esa consciencia porque la percibo por todas partes en mi, porque experimento cómo me baña, y porque me inunda, una consciencia gozosa y plena, ya que el gozo y la plenitud son su condición. No me he vivido aún como pura consciencia de ser, cierto, pero sí que me encuentro siendo en ella todo yo con todo mi existir cada vez que me siento o descubro ser a través de algo en lo que me proyecto, sea un personaje, una parte de mi cuerpo, un fragmento de mi historia o cualquier otra cosa a través de la que experimento consciencia.

Sé por tod ello, con una certeza que no puedo demostrar sino compartir, que cuanto digo es así, del mismo modo que también estoy convencido de que la Realidad tal y como se puede llegar a vivir sobrepasa con mucho mi apreciación actual, sin quitarle ni un ápice de verdad a ella sino ampliándola, enriqueciéndola y completándola hasta grados aún inimaginables. La intuición y el corazón sabe sin duda alguna que esto es así.



En sexto lugar, el nivel del Puro Espíritu o Consciencia No-dual.

Como colofón, moviendo y posibilitando todo, el Fondo del Fondo, la Realidad Sustrato, Dios, el Espíritu o Conciencia No-dual, El Tao, Brahman, Eso, El Campo Cero, Campo Acásico o como se le quiera nombrar. Aquí lo hemos situado en el nivel sexto (es un decir, claro, pues seguro que hay y lo sé divisiones más completas y complejas), queriendo sugerir que es el más elevado y último, la Fuente de cuanto existe, la Matriz de cualquier posibilidad y Universo, aquello en lo que todo se integra y fuera de lo cual nada es.

En el nivel puro del Espíritu todas las barreras han caído y con ellas las fronteras separadoras, pero no porque las realidades de cualquier clase que sea hayan desaparecido o estén fusionadas en una especie de sopa confusa sino porque cualquier “cosa” en la que nos fijemos es percibida como no diferenciada, es decir absolutamente integrada en el Todo del que surge y en el que se encuentra, más allá de la separación que la mente pueda realizar comparativamente entre los distintos “objetos”. Esta clase de percepción total sólo es posible vivirla y experimentarla en la inmediatez de la consciencia, siendo consciencia, porque ella es precisamente Eso, el Espíritu inmortal.

Copio aquí, lo que hace unos años escribí sobre ese Fondo, el Espíritu Fuente, Lo Divino:


Vivo en el Todo Dios en Todo,

Presencia Real y Viva,
Envolvente,
Que me llena,
Que lo llena todo,
Más Real que cualquier realidad,
Más Vida que cualquier existencia,
Principio
Única medida de todo.
Él es sentido y significado,
Sin Él nada es.

Íntimo e inmenso,
Cercano y trascendente,
Puro Gozo,
Potencia infinita,
Creador y creatura
Vivificador,
De Él todo emana:
Tiempo y espacio,
Lo que fue, lo que ya es y lo que será.

Ante su mirar ninguna pregunta,
Sólo el fuego
Llama de amor viva
En el corazón.
Todo es sagrado
Adoración.

Me contiene
Soy en Él,
Me inunda,
Mi particularidad eleva,
La abraza
Con los Universos.
Me aguarda
Como posibilidad infinita
De ser
En Creatividad sin límites.

Sin Su Fondo no existo,
Sólo Soy si Él es,
Y Él Es si yo Soy.
Ser, Realidad, Existencia, Dios
Lo mismo.
Yo soy forma, expresión y extensión
De Eso.

En Dios vivo,
Me muevo y soy.
Frente a la mente que duerme
Impulso de Despertar
A la conciencia del Amor, de la Inteligencia, de la Energía,
Del único Poder que como tal se muestra,
El de Dios en mí,
El de Yo en Él.

Algunas experiencias personales muy vívidas relacionadas con lo expuesto


Perdóneseme ahora el que personalice un poco más, al hacer alusión a unas vivencias que tuve, que por su significado y la información que me aportaron, tal vez contribuyan, y por eso las traigo, a que se entienda el por qué de mi atrevimiento al afirmar, asumir y alinearme con tantas certezas sobre realidades muy profundas y trascendentes. Yo mismo me sorprendo de ciertos convencimientos que tengo y que si no nacieran de mi ser no tendrían explicación posible.

Esto que creo y que en mi creer siento se corresponde con mi vivirme más sutil e íntimo, lo que para muchos materialistas no dejaría de ser más que pura subjetividad, entendida por ellos como algo de poco valor si se compara con la demostración objetiva; asunto de creyentes e intuitivos, dirían.

Hay que decirles entonces que esta subjetividad que ellos aducen en nada es fantasiosa sino sentida, vívida y experiencial, muy objetiva por cierto, añadiríamos, porque se trata de una forma inmediata y directa de encuentro con un tipo de realidad que no se corresponde con la del mundo de los cinco sentidos físicos ni de la materia, y que constituye, por lo tanto, no una manera menor de conocimiento, sino, por el contrario, una prueba muy valiosa y directa, para mi contundente y total, sobre la consciencia, no registrable evidentemente por los viejos métodos empíricos de la ciencia clásica.

Estamos hablando de una forma de percibir no mental sino desde el ser,  y a la que cada vez son más los seres humanos que se abren, con la ventaja inmensa que ello da de poder compartir nuestras experiencias, que por cierto son muy universales, de todos los tiempos, y progresivamente más y más asumidas por la nueva ciencia, la “ciencia con conciencia” que diría el gran físico cuántico Amit Goswami.

Como dijo Carl Jung, el famoso psiquiatra y discípulo de Sigmund Freud cuando describe lo que experimentó y vivió durante una ECM que tuvo tras fracturarse un pié y sufrir un infarto de miocardio poco después: “Resulta imposible resumir la belleza y la intensidad de las emociones durante estas visiones. Es lo más tremendo que nunca haya experimentado. Nunca imaginé que una experiencia así pudiera acontecerme. No fue producto de mi imaginación. Las visiones y la experiencia fueron totalmente reales. No existió nada subjetivo, Todo poseía la cualidad de absoluta objetividad” (C.G. Jung, “Recuerdos, sueños, pensamientos”, edit. Ciencias humanas).

Y ahora ya, relato mis experiencias:

1.- Tuve la fortuna, digámoslo así, y la dicha también de vivir un día, sin esperarlo y durante una meditación, lo que yo definiría como el descenso sobre mi de la luz, el amor y el poder supramental; experimenté, sin duda alguna, la visión y el contacto con la conciencia-energía divinas; he dicho bien, sí, el descenso, porque así lo viví, de lo más sobrecogedor, impactante, rotundo, poderoso y vivo que se pueda imaginar.

“Eso”, como una lengua de fuego y a su vez más fuego que el fuego, de luz y de vida, como lava encendida surgiendo imparable y viva como de la boca de un volcán y descendiendo, con su poder rotundo, más de fuego más vivo que la vida, más oro que el oro fundido y encendido, tremendamente consciente, porque aquello era a su vez consciencia, consciencia pura diría yo, que me hizo sentir y experimentar durante unos infinitos e intensos  instantes el corazón-foco-fuente de lo divino, lo sagrado y sublime penetrándome, porque así ocurrió, atravesándome de arriba abajo, con la fuerza y rapidez de un rayo, lo Absoluto presente, allí estaba todo, intensamente todo; algo que yo jamás había visto ni sentido antes, con esta arrebatadora potencia infinita que aparecía a mi, a mi visión interior, desde el núcleo de Lo Real mismo.

Uno sabe cuando ocurre que esto era así, lo más lejos que se pueda pensar de lo imaginado, incluso yo diría, y sé que digo verdad, que es lo más real que he experimentado en mi vida, y aquello en lo que más consciente me sentí jamás.

Aquella, como lengua  de lava de oro encendida, de una viveza e intensidad supremas -siempre sentí y supe entonces, sin el más mínimo resquicio de duda alguna, que lo que experimentaba era Lo Sagrado-Divino- saliendo del más vivo volcán, que no quema sino que te arroba y hace que te rindas en una entrega total, sin reserva de ninguna clase, ni siquiera de la propia vida; “mátame si quieresme surgió espontáneamente y sin saber por qué, un mátame que yo comparo, es un decir, claro, para tratar de hacerme entender, a quien se adentra, sin condición alguna, en un orgasmo absoluto aún a costa de perder en ello cualquier vestigio de personalidad humana o de ego. Se trata de un rendimiento total y sin reservas de ninguna clase, te das todo entero a Eso, y que pase lo que tenga que pasar. Esto me hizo sentir de manera inmediata y  directa lo que es la Vida Viva, la Vida Misma, el Más Poderoso Poder, la Fuerza que a toda fuerza supera, Lo divino en sí, que es como en realidad lo experimenté; y todo ello, dentro de la más gozosa paz, seguridad, y viveza de la que se pueda hablar.

Sólo unas lágrimas de gozo inmenso rodando por mis mejillas me acompañaron en el momento en que abrí los ojos; ellas eran mi mejor testigo. Aquello era inmensamente íntimo y sagrado, ni siquiera me salía contárselo a nadie por el infinito respeto que me causaba la grandiosidad (¡qué vulgares e inadecuadas resultan las palabras!) de lo vivido; sobre todo lo tenía que conservar en mi corazón, como ha sido ha sido. Han pasado ya muchos años de esto.

 Estoy seguro de que cuando se experimenta algo así, y a mi me pasó, además de considerarlo como el mas grande e inmerecido regalo que jamás he recibido, no sé aún por qué me tuvo que ocurrir, y que el Universo me brindó, trastoca nuestras percepciones y perspectivas sobre muchas cosas y, por supuesto, hace que tu conciencia sobre la Realidad Última y Lo Divino cambien ya para siempre. Tal visión-experiencia, de hecho, ya no te abandona jamás, está fresca y muy presente casi como en ese día en que aconteció, y ello a pesar del tiempo transcurrido, quedando incorporada y formando parte para siempre incluso de tu propia identidad.

2.- Después de esta tuve otra experiencia en la que pude ver, yo digo que con los ojos del alma porque los físicos los tenía también entonces cerrados en estado de meditación, todo los canales sutiles del cerebro por donde circula el prana; fue una visión instantánea y muy clara de los infinitos circuitos que lo recorren formando a modo de una malla perfecta, vi de este modo todos los canalículos que lo formaban encendidos y brillando en una luz que relacioné enseguida con la de la de los tubos de neón. Lo que vi eran los nadis perfectamente identificados y descritos dentro de la tradición yogui, los cuales vienen a ser una contraparte sutil de la red del sistema nervioso, pero sin que se confundan con ella, y  que recorren todo el cuerpo humano constituyendo el armazón o estructura sutil del llamado cuerpo pránico (pranamaya kosha), al que ya nos hemos referido con anterioridad.

3.- En otro momento experimenté lo que es la Vida Una, ese saber que sabe y que se vive de que no hay diferencia entre la vida que yo soy y la vida que vibra en cualquiera de los demás seres: pájaros, plantas, personas, etc. Me pasó al estar contemplando un olivo durante un paseo; de repente, me encontré con que la vida que yo veía-sentía del olivo y la vida mía eran la misma vida, no mi vida y la del olivo, sino una sola vida, yo vivía en la vida del olivo sin dejar de ser mi propia vida. Curiosamente, la consciencia que yo tenía de mi como un centro de percepción individual no desapareció, era Yo quien sabía y ese yo en mi permanecía.

4.- Años más tarde viví un estado de consciencia en el que experimentaba de manera directa la maravillosa dicha de ser, el puro gozo de existir, y eso independientemente de la circunstancia en que me encontrase, paseando, trabajando, en casa, en cualquier lugar, era un estado de plenitud que sobrepasaba toda mi historia personal, todos los pensamientos y también las posibles interferencias egóticas que prácticamente no aparecían. Desde ese estado sabía en un saber que surge del mismo contacto directo con aquello que se sabe, más allá por lo tanto de lo racional-mental, y sin el más mínimo resquicio de duda, que todo era Vida, que sólo la Vida es real y que la Vida estaba presente en todo; esta sensación me acompañó un mes aproximadamente, luego la mente empezó a intervenir con sus preguntas y sus dudas que me sacaron poco a poco de esta maravillosa situación.

5.- Durante esos días desapareció en mi absolutamente cualquier temor a la muerte, es más, esta no tenía cabida para nada dentro de la comprensión-experiencia que yo estaba teniendo de la realidad; desde cualquier punto que la mirase la muerte era vista por mi como algo fuera de lo real, metafísicamente imposible en donde sólo existía y todo era Vida. Eso lo sabía-vivía desde el corazón  del saber, es decir, desde el fondo de mi propio ser que es justamente lo que entonces vivía como bienaventuranza, dicha y gozo absolutos. Estaba en contacto o viviendo desde Ananda maya kosha, el cuerpo de gloria al que también nos hemos referido.

Consideración final:

Espero que todo lo que aquí he escrito le pueda ser útil a alguien, pues para esto se escribió fundamentalmente. Advierto, no obstante, y para que nadie elucubre equivocadamente que, en lo referente a los estados de consciencia de los que he hablado yo soy una persona que no bebe alcohol y que jamás ha consumido drogas, además de que me considero una persona razonablemente normal, con un estado emocional bastante saludable, una profesión estable y una familia de la que me considero afortunado. Dicho esto cuento, de todos modos, con que mi ignorancia es aún muy grande, aunque en medio de ella y contando con ella he querido compartir lo que tan sólo se debe de tomar, y así quiero que se lean estas páginas, como apreciaciones personales de un simple aprendiz llevado por la intuición y el amor en el infinitamente rico  telar de la Vida. Que cada cual desde su interior añada, cambie, mejore o complete lo que mejor estime, entonces habré sido un peldaño más sobre el que otros asciendan, algo ciertamente muy deseable por mi parte.