Si me miro a mi
mismo no puedo hacerlo como si yo fuese un fragmento aislado de algo, me es
imposible ver en mi semejante cosa. No puedo verme como un objeto limitado
estrictamente en el tiempo y cosificado en el espacio. Me resulta imposible
fijar las fronteras dentro de las cuales yo soy lo que soy. Mi ser no admite
fácilmente fronteras, en realidad no las tiene.
Me acompaña
constantemente la conciencia de ser y la conciencia dentro de la cual se
encuentra todo lo que percibo. Esa consciencia que experimento o que se
experimenta en mi como lo que yo soy no está en mi cabeza ni tampoco en ninguna
otra parte de mi cuerpo, por lo tanto tampoco en mi cerebro, ni en mis
pensamientos, ni en mis emociones. Incluso mis sentimientos que son más íntimos
o más míos porque pertenecen a los estratos más genuinos de mi se contienen en
ella.
Me
descubro constantemente siendo más, mucho más que este cuerpo cambiante y cualquiera
de mis procesos mentales o emocionales, más también que cualquiera de los
referentes de profesión, familia, cultura, lugar, tradición religiosa,
sociedad, etc., todos caducos, impermanentes y relativos, con los que tantas
veces y equivocadamente nos identificamos.
Mi
ser, lo que yo soy, es decir no lo que parezco ser o interpreto con mis
distintos personajes, ni lo que otros me proyectan porque creen que soy, mi ser
verdadero y esencial está en la base de todo eso y todo es movido por él, es más
real que cuantas cosas nacen, crecen, se desarrollan y finalmente mueren. Todo
de cuanto en mi puedo percibir como vivo en cualquiera de mis posibles
manifestaciones fisico-energéticas, emocionales y sentimentales, de percepción,
inteligencia y saber tienen en mi ser su fuente. De tan real que es, sin su
existencia nada de cuanto de mi se pueda expresar sería posible, simplemente yo
no
sería.
Pero
mi ser aunque inaprensible, indefinible e incosificable no es una quimera, no
es un mito que uno se apropia para sí, de hecho se puede sentir, notar,
experimentar, apreciar. Es todo menos un ente imaginario y virtual; tanto es
así que me es posible saberme siendo él, vivir y experimentarme como él,
bañarme envuelto en su presencia y, en definitiva, Ser, de manera autoconsciente, autoevidente y directa, desde dentro de Él.
Eso que yo soy
existe y se manifiesta en este mundo a través de nuestros “cuerpos” o estratos
de manifestación, desde los más sutiles a los más densos, para realizar su
acción creadora. Desde el nivel superior del Espíritu, que es el corazón de nuestro ser, vamos expresando
nuestro potencial disponiendo para ello de la totalidad de nuestro cuerpo. Ese
espíritu en nosotros es la
Fuerza desde la que vivimos y obramos, el Amor desde el que
sentimos y nos relacionamos y la
Sabiduría desde la cual razonamos, comprendemos y con
inteligencia discernimos. Lo veremos ahora escalonadamente, fijándonos en esos
“cuerpos” a los que hemos aludido.
Mis
distintos cuerpos
No poseo un
solo cuerpo, aunque uno parece que sea el más evidente y al que por lo general
se le da tal nombre. Si miro en profundidad, puedo distinguir en mí y, por lo
tanto, constatar de manera experiencial con relativa facilidad, por lo menos seis
maneras bien distintas y hasta cierto punto escalonadas a través de las cuales
lo que yo soy se expresa. A esas formas diferentes de expresión del ser en mi en
la tradición yogui se les llama también cuerpos (koshas). El más denso es el cuerpo
físico, y subiendo hacia arriba profundizando en sutilidad tenemos después el cuerpo energético, vital o pránico, a continuación el nivel de la mente con sus procesos, luego otro más
nuclear, central y genuino donde se encuentra la sede del significado y sentido de la vida individual, y más profundamente aún, en el corazón del ser,
se halla la base y origen de los cuatro anteriores: la consciencia-energía-bienaventuranza. Finalmente, englobándolo a
todos, está la Fuente
de la Fuente, el
Espíritu al que todos nos hallamos
interconectados, lo que, en definitiva, somos y todo es, lo que de verdad jamás
cambia, el único absoluto.
Tengamos en
cuenta que esta división es relativa, funcional y, por lo tanto, imperfecta,
pero nos puede servir para entendernos en lo fundamental, que es lo que
pretendemos aquí. Para ello, a continuación, nos iremos deteniendo en lo que yo
atisbo y comprendo de cada uno de esos estratos de nuestro ser individual;
entiéndase, por lo tanto, también así, como el resultado de mi propio esfuerzo
de autocomprensión, un esfuerzo por tratar de poner en palabras, las mías,
aquello más grande que cualquier concreción verbal, pero a lo que con la ayuda
inestimable de la intuición uno quiere llegar. Por otra parte, lo que aquí se
expone, en esencia, sigue el esquema que la propia tradición del yoga nos da.
Es este un mapa sencillo y orientativo, pero sin el cual va a ser muy difícil,
quizás, que avancemos en el camino del autoconocimiento y nos demos respuesta
satisfactoria a la pregunta clásica sobre “¿quién soy yo?”, porque lo que aquí
se dice forma parte de la respuesta.
En primer lugar, el
Cuerpo físico.(“Anno maya kosha”)
A mi cuerpo físico lo identifico muy
fácilmente, a todos nos ocurre así. Es muy inmediato y directo el contacto que
mantenemos con él, sobre todo porque nuestra consciencia se está refiriendo y
centrando en él casi constantemente, a través de la atención que tan focalizada
se encuentra en sus sensaciones de gusto, tacto, vista, oído y olfato. Quien
está absorbido por esta dimensión de sí puede llegar a creer que es su cuerpo
y, además, incluso convencerse de que todo empieza y acaba en él y con él; se
mueve como no podía ser menos en el plano de la conciencia física y animal.
El cuerpo es
un muy buen instrumento a nuestro servicio, ciertamente, la vida en esta dimensión
no se podría dar y desarrollar sin él; nos posibilita también un tipo de
placer, pero no es menos cierto que por él experimentamos mucho dolor, en
ocasiones enferma y al final de nuestra vida muere. El cuerpo con todo su
inmenso valor práctico, mecánico y funcional tiene una merma importantísima, él
no es su propia fuente de energía, es decir, no se mueve ni actúa por sí mismo,
no se autoalimenta, no es autosuficiente; en realidad, es algo inerte que
recibe su vitalidad desde fuera de él; no podía ser de otro
modo, por cuanto que es esencialmente un compuesto de elementos, atómicos,
moleculares, etc., que al final forman una máquina, muy perfecta, eso sí, pero
máquina para todos los efectos. En esto se incluye lógicamente al mismo cerebro
que tampoco es la fuente del pensar, razonar, deducir, inducir, comparar, etc.,
sino lo que posibilita que esto ocurra en nuestra dimensión físico-mental, ni es
el generador o causa de la consciencia como creen los materialistas.
Lo más grande
de nuestro cuerpo es ser el medio o la terminal del espíritu, de nuestro ser;
de hecho toda la riqueza de nuestro potencial se precipita y termina
expresándose gracias al cuerpo que tenemos, el cual traduce al lenguaje de la
cuarta dimensión lo que en dimensiones mucho más sutiles y espirituales somos.
Nuestro cuerpo es la cara externa de nuestro ser. Cuando nuestro cerebro está
dañado o nuestra mente se encuentra enferma, entonces resulta muy difícil
captar la verdadera profundidad de nuestro ser, su auténtica dimensión
trascendente, no porque no estén presentes, sino porque la ocultan ante
nuestros ojos externos el instrumento deteriorado, de la misma manera que un
televisor estropeado o roto distorsiona o no emite la imagen que le llega del
centro emisor.
En segundo lugar, nuestro Cuerpo de
energía (Prano maya kosha)
También
llamado pránico, porque es el prana o energía vital lo que circula a
través de nuestro cuerpo físico, haciendo que en él y con él se mantengan vivos
y en perfecto estado los componentes que lo forman, además de que se efectúen
las actividades orgánicas que lo hacen funcionar para que, finalmente, esté
disponible a nuestro servicio y nos podamos mover, relacionar o actuar según
nuestros deseos y necesidades.
La energía
vital es la misma que hace que nos alimentemos de otro tipo de energías como la
solar, la de los minerales, vegetales, etc., pero no viene impulsada ni
generada por estas; de hecho toda energía del universo proviene de ella, la
energía pránica, que tiene su fuente y se alimenta de la Vida misma, raíz de cualquier
existencia y expresión de la
Realidad Origen o Consciencia-Amor-Energía, la cualidad
esencial del Espíritu Absoluto.
La Vida es Una y universal, lo
ocupa todo, se halla en todas partes. La Vida que somos se reconoce no separada en la vida
de todo ser. Esa Vida se ve a sí misma particularizándose con su energía
pránica a través de la conciencia individual de cada alma.
Esta energía
es sutil, a caballo entre la materia física y la espiritual; de hecho, ella
hace de puente entre el espíritu y la materia a la que anima. El espíritu que
somos alimenta y sostiene nuestro cuerpo físico gracia a ella. Circula y se
distribuye a través de conductos o “nadis” muy pequeños, parecidos a los
circuitos del sistema nervioso del cuerpo denso, de los que son su contraparte
sutil. No se pueden ver con los medios físicos. Se focalizan y concentran en
órganos también muy sutiles llamados “chacras” o focos de energía de los
cuales se nutren; siete de estos chacras, los más conocidos, se
alinean desde la base del cuerpo hasta la coronilla, unidos por un conducto
central llamado susumna por el que desciende la energía pránica que al
concentrarse y pasar por cada uno de ellos se transforma para hacerse
específica en función de las diversas actividades que tienen que desarrollar,
de las cuales las más importantes y básicas son: mantenernos en conexión con la
energía-Tierra y su fuerza vital, sustentar nuestro impulso y capacidad sexual-creador,
enraizarnos en una base sólida de poder personal interior, abrir el camino por
donde circula y se expresa el amor-felicidad, establecer formas y vías de
interrelación, expresión y comunicación, posibilitar la luz del discernimiento
y de acceso a las verdades esenciales y, finalmente, abrir los canales de
conexión con la realidad superior.
En tercer lugar, nuestra mente (Manno maya kosha)
Yo puedo ver
mis pensamientos, todas las funciones de la mente pueden ser percibidas por mí.
Recordar y retener información, razonar, darme una referencia identitaria en
base a mis historia personal, así como reflejar, sin serla, mi consciencia, del
mismo modo que la luna nos refleja la luz del sol también sin serlo, son las
funciones más importantes de la mente. Mi mente es percibida por mí como algo
independiente de mi cerebro, de hecho
así es en realidad; el cerebro es una parte de mi cuerpo, no más, no menos.
Las funciones
que realiza mi mente se traducen al mundo de nuestros cinco sentidos y
conciencia vigílica gracias a los mecanismos del cerebro, del mismo modo, y
como ya dijimos, que una pantalla de televisión o un aparato de radio nos hacen
accesibles los distintos tipos de información que se producen no en ellos sino
fuera de ellos. Me doy cuenta con meridiana claridad de que yo ni soy mi
cerebro ni tampoco mi mente, a ambos los tengo, pero soy más que ellos.
Aún más, las
funciones mentales son independientes de mi cerebro, como lo demuestran
aquellas personas que se han experimentado y visto fuera de su cuerpo de forma
espontánea y estando sanos, de manera voluntaria como se da en bastantes casos
(Meurois Givaudan, Robert A. Monroe, Paloma Cabadas, etc.) o en una experiencia
cercana a la muerte (ECM). Es un hecho, inexplicable aún para la física clásica
que se siente así desarmada con su metodología que para estas cuestiones no le
sirve, el que realizamos las funciones mentales incluso después de la muele
física.
Como ya
estamos viendo, el concepto o idea que teníamos de nuestro ser se va ampliando
a pasos agigantados para ir dejando en el viejo desván de las cosas inservibles
la idea materialista de que somos tan sólo una máquina controlada por la física
y la química.
La consciencia
no es fisiológica, es decir, no es ni puede ser generada por el cerebro, ni
siquiera puede localizarse en ningún lugar en particular del cerebro, existe,
independientemente del cuerpo y del cerebro como muy bien han podido constatar
y luego compartir los cientos de miles de personas que han tenido experiencias
cercanas a la muerte. Como señala Pim Van Lommel los campos electromagnéticos
del cerebro no son la causa sino el efecto o consecuencia de la consciencia. (
Más información en la obra de este autor: “Consciencia. Más allá de la vida”,
Atalanta)
Todo esto lo
podemos experimentar y constatar también gracias a la distancia que el intuitivo y el practicante de la meditación
evidencia entre lo observado que es el cuerpo-mente y el mundo que me rodea y
una nueva cualidad más profunda que existe en uno mismo como observador de todo ello. Ese observador no es
alguien que reflexiona, compara, fantasea y está lleno de ideas o de imágenes,
sí que es en cambio el testigo
o la atención presentes que, siendo parte de la consciencia, “levanta
acta” sin implicarse en nada de lo que está sucediendo.
Cuando
me descubro como ese observador aparece
un nuevo estrato más profundo de ser diferente a los anteriores, distinto
esencialmente tanto del cuerpo como de la mente. Y es que ese observador entre
sus características tiene la de posibilitar que nazca un modo muevo de verme a
mi y de ver al mundo que nada tiene que ver con la visión que tenía de mi y del
mundo desde los cinco sentidos del cuerpo o desde las interpretaciones de la
mente.
En cuarto lugar, el nivel donde
encuentro el significado y
sentido de mi vida.( Cuerpo de
conocimiento o “vignano maya kosha”)
El observador
es el que permite que descubra, porque está unido a ellas, detrás del guión y
en una dimensión más honda de mi de mi, estas dos cosas esenciales: significado y sentido; significado porque me muestra una lógica y un plan
coherente en el movimiento de mi vida y en todo lo que me acontece que va más
allá de la propia biografía personal pero que la engloba orientándola en cada
uno de sus pasos, y sentido porque me hace ver que todo mi existir y apunta
hacia un origen desde el que parte y en una dirección muy precisa hacia la que
me dirijo, comprendo entonces lo que quiere decir “ser en evolución” o ir de la
ignorancia a la luz, de la muerte a la inmortalidad o del estar dormidos al
despertar. Este saber profundo y superior sobre la realidad de uno mismo y de
nuestro devenir se halla presente en este “cuerpo de conocimiento” o núcleo del
saber esencial que todos llevamos almacenado en nuestro corazón.
Tanto el
significado como el sentido que descubro en mi lo percibo como algo sólido y
consistente, con una densidad significativa, capaz de aglutinar una identidad
nueva que desplaza a un segundo lugar lo que creía ser desde la visión del ego
o desde el mental inferior atado a la personalidad biográfica. Al entrar en
contacto con esa otra perspectiva de mí como un centro del que emana
significado y sentido, empiezo a reconocerme como alma, o sea, como un ser espiritual.
Como ocurría
con mi cuerpo y mi mente, ahora también mi alma es experimentada y concienciada
por mi; no como una entelequia, no como una idea, menos como un concepto vacío
y en absoluto como una quimera. Yo diría que ahora la voy percibiendo como más real incluso que mi
cuerpo y que mi mente, los cuales de ocupar el primer plano pasan a
constituirse en “fondo” de mi percepción, o sea como contenidos de mi
conciencia que es la que cada vez más se impone a mi ver como aquello que se
halla presente en todo, es decir, lo que ocupa toda la propia visión, porque,
en definitiva, ella es la visión misma.
También a
través de ella se prolonga la percepción que tengo de mi más allá de esta vida
y de este tiempo, bien sea hacia el pasado como hacia el futuro. Porque como
alma-consciencia, la vida que yo soy traspasa las fronteras de cada existencia
y, por lo tanto, las de la muerte que, esta sí, pasa a ser una irrealidad.
Quien conecta
con el significado y el sentido de su existencia está abriendo la puerta que
pone a su disposición la sabiduría intemporal de su ser, y
encuentra una clase de saber que no
es racional o mental sino que surge de la conexión intuitiva y directa con la Realidad misma del ser.
Las grandes verdades sobre el vivir, la existencia, nuestro origen y destino
empiezan entonces a dilucidarse.
En quinto lugar, el nivel de la Consciencia-energía-bienaventuranza
individuales.(ananda maya kosha)
Es el fondo de
todo yo, la raíz de donde surge y se halla lo más yo de mi mismo con lo que me
puedo encontrar y reconocer, mi ser como consciencia
individual (chida abasa); es esta
Presencia particular e individual que yo soy y que por serlo nunca deja de
estar presente en mi. No se refiere a nada de cuanto pueda dejar de ser, a nada
de cuanto pueda crecer o desarrollarse porque es completa y sin merma, tampoco
a nada que pueda menguar o morir. Ella, la consciencia que yo soy es la realidad
primera de mi existir, el foco, fondo y fuente de todo cuanto yo soy, lo más
esencial de mi. La soy. Esta consciencia es simultáneamente energía y bienaventuranza infinitas.
Esto es mi verdadero ser.
Sé que soy esa
consciencia porque la percibo por todas partes en mi, porque experimento cómo me baña, y porque me inunda, una consciencia gozosa y plena, ya que el gozo y
la plenitud son su condición. No me he vivido aún como pura consciencia de ser,
cierto, pero sí que me encuentro siendo en ella todo yo con todo mi
existir cada vez que me siento o descubro ser a través de algo en lo que me
proyecto, sea un personaje, una parte de mi cuerpo, un fragmento de mi historia
o cualquier otra cosa a través de la que experimento consciencia.
Sé por tod
ello, con una certeza que no puedo demostrar sino compartir, que cuanto digo es
así, del mismo modo que también estoy convencido de que la Realidad tal y como se
puede llegar a vivir sobrepasa con mucho mi apreciación actual, sin quitarle ni
un ápice de verdad a ella sino ampliándola, enriqueciéndola y completándola
hasta grados aún inimaginables. La intuición y el corazón sabe sin duda alguna
que esto es así.
En sexto lugar, el nivel del Puro Espíritu o Consciencia No-dual.
Como colofón,
moviendo y posibilitando todo, el Fondo del Fondo, la Realidad Sustrato,
Dios, el Espíritu o Conciencia No-dual, El Tao, Brahman,
Eso, El Campo Cero, Campo Acásico o como se le quiera nombrar. Aquí lo hemos
situado en el nivel sexto (es un decir, claro, pues seguro que hay y lo sé
divisiones más completas y complejas), queriendo sugerir que es el más elevado
y último, la Fuente
de cuanto existe, la Matriz
de cualquier posibilidad y Universo, aquello en lo que todo se integra y fuera
de lo cual nada es.
En el nivel
puro del Espíritu todas las barreras han caído y con ellas las fronteras
separadoras, pero no porque las realidades de cualquier clase que sea hayan
desaparecido o estén fusionadas en una especie de sopa confusa sino porque
cualquier “cosa” en la que nos fijemos es percibida como no diferenciada, es
decir absolutamente integrada en el Todo del que surge y en el que se
encuentra, más allá de la separación que la mente pueda realizar comparativamente
entre los distintos “objetos”. Esta clase de percepción total sólo es posible
vivirla y experimentarla en la inmediatez de la consciencia, siendo
consciencia, porque ella es precisamente Eso, el Espíritu inmortal.
Copio aquí, lo
que hace unos años escribí sobre ese Fondo, el Espíritu Fuente, Lo Divino:
Vivo en el Todo Dios en Todo,
Presencia Real y Viva,
Envolvente,
Que me llena,
Que lo llena todo,
Más Real que cualquier realidad,
Más Vida que cualquier existencia,
Principio
Única medida de todo.
Él es sentido y significado,
Sin Él nada es.
Íntimo e inmenso,
Cercano y trascendente,
Puro Gozo,
Potencia infinita,
Creador y creatura
Vivificador,
De Él todo emana:
Tiempo y espacio,
Lo que fue, lo que ya es y lo que será.
Ante su mirar ninguna pregunta,
Sólo el fuego
Llama de amor viva
En el corazón.
Todo es sagrado
Adoración.
Me contiene
Soy en Él,
Me inunda,
Mi particularidad eleva,
La abraza
Con los Universos.
Me aguarda
Como posibilidad infinita
De ser
En Creatividad sin límites.
Sin Su Fondo no existo,
Sólo Soy si Él es,
Y Él Es si yo Soy.
Ser, Realidad, Existencia, Dios
Lo mismo.
Yo soy forma, expresión y extensión
De Eso.
En Dios vivo,
Me muevo y soy.
Frente a la mente que duerme
Impulso de Despertar
A la conciencia del Amor, de la Inteligencia, de la Energía,
Del único Poder que como tal se muestra,
El de Dios en mí,
El de Yo en Él.
Algunas
experiencias personales muy vívidas relacionadas con lo expuesto
Perdóneseme
ahora el que personalice un poco más, al hacer alusión a unas vivencias que
tuve, que por su significado y la información que me aportaron, tal vez
contribuyan, y por eso las traigo, a que se entienda el por qué de mi
atrevimiento al afirmar, asumir y alinearme con tantas certezas sobre
realidades muy profundas y trascendentes. Yo mismo me sorprendo de ciertos
convencimientos que tengo y que si no nacieran de mi ser no tendrían
explicación posible.
Esto que creo
y que en mi creer siento se corresponde con mi vivirme más sutil e íntimo, lo
que para muchos materialistas no
dejaría de ser más que pura subjetividad,
entendida por ellos como algo de poco valor si se compara con la demostración objetiva; asunto de creyentes e
intuitivos, dirían.
Hay que
decirles entonces que esta subjetividad
que ellos aducen en nada es
fantasiosa sino sentida, vívida y experiencial, muy objetiva por cierto,
añadiríamos, porque se trata de una forma inmediata y directa de encuentro con
un tipo de realidad que no se corresponde con la del mundo de los cinco
sentidos físicos ni de la materia, y que constituye, por lo tanto, no una
manera menor de conocimiento, sino, por el contrario, una prueba muy valiosa y
directa, para mi contundente y total, sobre la consciencia, no registrable
evidentemente por los viejos métodos empíricos de la ciencia clásica.
Estamos
hablando de una forma de percibir no mental sino desde el ser, y a la que cada vez son más los seres humanos
que se abren, con la ventaja inmensa que ello da de poder compartir nuestras
experiencias, que por cierto son muy universales, de todos los tiempos, y
progresivamente más y más asumidas por la nueva ciencia, la “ciencia con
conciencia” que diría el gran físico cuántico Amit Goswami.
Como dijo Carl
Jung, el famoso psiquiatra y discípulo de Sigmund Freud cuando describe lo que
experimentó y vivió durante una ECM que tuvo tras fracturarse un pié y sufrir
un infarto de miocardio poco después: “Resulta imposible resumir la belleza y la
intensidad de las emociones durante estas visiones. Es lo más tremendo que
nunca haya experimentado. Nunca imaginé que una experiencia así pudiera
acontecerme. No fue producto de mi imaginación. Las visiones y la experiencia
fueron totalmente reales. No existió nada subjetivo, Todo poseía la cualidad de
absoluta objetividad” (C.G. Jung, “Recuerdos, sueños, pensamientos”,
edit. Ciencias humanas).
Y ahora ya,
relato mis experiencias:
1.-
Tuve la fortuna, digámoslo así, y la dicha también de vivir un día, sin
esperarlo y durante una meditación, lo que yo definiría como el descenso sobre
mi de la luz, el amor y el poder supramental; experimenté, sin duda alguna, la
visión y el contacto con la conciencia-energía divinas; he dicho bien, sí, el descenso, porque así lo viví, de lo más
sobrecogedor, impactante, rotundo, poderoso y vivo que se pueda imaginar.
“Eso”, como una lengua de fuego y a su vez más fuego que el fuego, de luz y de vida,
como lava encendida surgiendo imparable y viva como de la boca de un volcán y
descendiendo, con su poder rotundo, más de fuego más vivo que la vida, más oro que el oro fundido y encendido, tremendamente consciente, porque aquello era a su vez consciencia,
consciencia pura diría yo, que me
hizo sentir y experimentar durante unos infinitos e intensos instantes el
corazón-foco-fuente de lo divino, lo sagrado y sublime penetrándome, porque así
ocurrió, atravesándome de arriba abajo, con la fuerza y rapidez de un rayo, lo
Absoluto presente, allí estaba todo, intensamente todo; algo que yo jamás había
visto ni sentido antes, con esta arrebatadora potencia infinita que aparecía a
mi, a mi visión interior, desde el núcleo de Lo Real mismo.
Uno sabe
cuando ocurre que esto era así, lo más lejos que se pueda pensar de lo
imaginado, incluso yo diría, y sé que digo verdad, que es lo más real que he
experimentado en mi vida, y aquello en lo que más consciente me sentí jamás.
Aquella, como lengua de lava de oro encendida, de una viveza e
intensidad supremas -siempre sentí y
supe entonces, sin el más mínimo resquicio de duda alguna, que lo que
experimentaba era Lo Sagrado-Divino- saliendo del más vivo volcán, que no quema sino que te arroba y hace
que te rindas en una entrega total, sin reserva de ninguna clase, ni siquiera
de la propia vida; “mátame si quieres” me
surgió espontáneamente y sin saber
por qué, un mátame que yo comparo, es un decir, claro, para tratar de
hacerme entender, a quien se adentra, sin condición alguna, en un orgasmo
absoluto aún a costa de perder en ello cualquier vestigio de personalidad humana
o de ego. Se trata de un rendimiento total y sin reservas de ninguna clase, te
das todo entero a Eso, y que pase lo que tenga que pasar. Esto me hizo sentir
de manera inmediata y directa lo que es la
Vida Viva, la
Vida Misma, el Más Poderoso Poder, la Fuerza que a toda fuerza
supera, Lo divino en sí, que es como en realidad lo experimenté; y todo ello, dentro de la más gozosa paz, seguridad,
y viveza de la que se pueda hablar.
Sólo unas
lágrimas de gozo inmenso rodando por mis mejillas me acompañaron en el momento
en que abrí los ojos; ellas eran mi mejor testigo. Aquello era inmensamente íntimo
y sagrado, ni siquiera me salía contárselo a nadie por el infinito respeto que
me causaba la grandiosidad (¡qué vulgares e inadecuadas resultan las palabras!)
de lo vivido; sobre todo lo tenía que conservar
en mi corazón, como ha sido ha sido. Han pasado ya muchos años de esto.
Estoy seguro de que cuando se experimenta algo
así, y a mi me pasó, además de considerarlo como el mas grande e inmerecido
regalo que jamás he recibido, no sé aún por qué me tuvo que ocurrir, y que el
Universo me brindó, trastoca nuestras percepciones y perspectivas sobre muchas cosas
y, por supuesto, hace que tu conciencia sobre la Realidad Última y Lo Divino cambien ya para siempre. Tal visión-experiencia, de
hecho, ya no te abandona jamás, está fresca y muy presente casi como en ese día
en que aconteció, y ello a pesar del tiempo transcurrido, quedando incorporada
y formando parte para siempre incluso de tu propia identidad.
2.-
Después de esta tuve otra experiencia en la que pude ver, yo digo que con los
ojos del alma porque los físicos los tenía también entonces cerrados en estado
de meditación, todo los canales sutiles del cerebro por donde circula el prana;
fue una visión instantánea y muy clara de los infinitos circuitos que lo
recorren formando a modo de una malla perfecta, vi de este modo todos los canalículos que lo formaban encendidos y
brillando en una luz que relacioné enseguida con la de la de los tubos de neón.
Lo que vi eran los nadis perfectamente identificados y descritos dentro de la
tradición yogui, los cuales vienen a ser una contraparte sutil de la red del
sistema nervioso, pero sin que se confundan con ella, y que recorren todo el cuerpo humano
constituyendo el armazón o estructura sutil del llamado cuerpo pránico (pranamaya kosha), al que ya nos hemos
referido con anterioridad.
3.-
En otro momento experimenté lo que es la Vida
Una, ese saber que sabe y que se vive de que no hay
diferencia entre la vida que yo soy y la vida que vibra en cualquiera de los
demás seres: pájaros, plantas, personas, etc. Me pasó al estar contemplando un
olivo durante un paseo; de repente, me encontré con que la vida que yo veía-sentía
del olivo y la vida mía eran la misma vida, no mi vida y la del olivo, sino una
sola vida, yo vivía en la vida del olivo sin dejar de ser mi propia vida.
Curiosamente, la consciencia que yo tenía de mi como un centro de percepción
individual no desapareció, era Yo quien sabía y ese yo en mi permanecía.
4.-
Años más tarde viví un estado de consciencia en el que experimentaba de manera
directa la maravillosa dicha de ser, el puro gozo de existir, y eso independientemente
de la circunstancia en que me encontrase, paseando, trabajando, en casa, en
cualquier lugar, era un estado de plenitud que sobrepasaba toda mi historia
personal, todos los pensamientos y también las posibles interferencias egóticas
que prácticamente no aparecían. Desde ese estado sabía en un saber que
surge del mismo contacto directo con aquello que se sabe, más allá por lo tanto
de lo racional-mental, y sin el más mínimo resquicio de duda, que todo era
Vida, que sólo la Vida es real y que la Vida estaba presente en todo;
esta sensación me acompañó un mes aproximadamente, luego la mente empezó a
intervenir con sus preguntas y sus dudas que me sacaron poco a poco de esta
maravillosa situación.
5.-
Durante esos días desapareció en mi absolutamente cualquier temor a la muerte,
es más, esta no tenía cabida para nada dentro de la comprensión-experiencia que
yo estaba teniendo de la realidad; desde cualquier punto que la mirase la
muerte era vista por mi como algo fuera de lo real, metafísicamente imposible
en donde sólo existía y todo era Vida. Eso lo sabía-vivía desde el corazón del saber, es decir, desde el fondo de mi
propio ser que es justamente lo que entonces vivía como bienaventuranza, dicha
y gozo absolutos. Estaba en contacto o viviendo desde Ananda maya kosha, el cuerpo de gloria al que también nos
hemos referido.
Consideración final:
Espero que
todo lo que aquí he escrito le pueda ser útil a alguien, pues para esto se
escribió fundamentalmente. Advierto, no obstante, y para que nadie elucubre
equivocadamente que, en lo referente a los estados de consciencia de los que he
hablado yo soy una persona que no bebe alcohol y que jamás ha consumido drogas,
además de que me considero una persona razonablemente normal, con un estado
emocional bastante saludable, una profesión estable y una familia de la que me
considero afortunado. Dicho esto cuento, de todos modos, con que mi ignorancia
es aún muy grande, aunque en medio de ella y contando con ella he querido compartir
lo que tan sólo se debe de tomar, y así quiero que se lean estas páginas, como apreciaciones
personales de un simple aprendiz llevado por la intuición y
el amor en el infinitamente rico telar
de la Vida. Que cada cual desde su interior
añada, cambie, mejore o complete lo que mejor estime, entonces habré sido un
peldaño más sobre el que otros asciendan, algo ciertamente muy deseable por mi
parte.